La política, la ética y la felicidad

La propuesta de Yolanda Díaz de hacer política para la felicidad de la gente, supone que la acción política sea esencialmente ética, valedora de lo común y deje de lado el individualismo rampante

Lunes, 18 de julio 2022, 01:39

Estos días está dando que hablar, y escribir, la puesta en marcha de un acto político con el lema de Sumar, promovido por Yolanda Diaz, ... vicepresidenta del Gobierno actual. Me parece relevante señalar que un aspecto que llamó mucho la atención en los medios fue la insistencia de Yolanda sobre la felicidad como uno de los fines de su proyecto político. Con la acción política buscamos, queremos, actuamos, para que la gente sea feliz.

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Los juicios o valoraciones que escuché o leí fueron diversos, incluso contradictorios: para quienes eso no es política, es populismo o 'buenismo'; o los que vieron en esa forma de discurso político un intento de dar a la política un sentido esencialmente ético.

Para los filósofos griegos la felicidad estaba determinada por la virtud y la acción moral, era la consecuencia de estas últimas; la felicidad fue considerada como fin de la acción moral.

La política es por definición la acción por el bien comun; en sentido contrario, la degradación de la política es un cataclismo en los niveles de felicidad individual; y los índices de felicidad aumentan en función del mayor grado de participación individual de los ciudadanos en las tareas políticas.

Sin embargo, el actual desprestigio de la política tiene raíces sociales, no solo individuales. Valga la valoración que hacia Luis Cernuda a finales del siglo XX

«¿Cómo invocar el discurso humanista y democrático en una Europa moldeada y esculpida por tecnócratas y banqueros? Ningún fundamentalismo religioso -sea islámico, hindú, judío o cristiano- me parece hoy mas avasallador y destructivo que el de la alianza non sancta de la 'libre experimentación científica', el complejo técnico-industrial y el poder financiero, fundamentalismo capaz de experimentar friamente sus armas letales en covallas humanas, entre sus ciudadanos más pobres e indefensos, eso sí. de los Estados Unidos de América».

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Personalmente, mas que las teorias fue el contacto con personas políticas, en el sentido amplio, lo que me sirvió de referencia para la vinculación interna de la política y la ética. Permítaseme citar a dos personas de diversa relación con la política (en sentido amplio): el comunista Horacio Fernandez Inguanzo, y el cristiano D. Gabino Diaz Merchan. La vida de cada uno es un ejemplo de dedicación al bien comun, en especial a los socialmente mas necesitados.

La propuesta de Yolanda Diaz de hacer política para la felicidad de la gente, supone que la acción política sea esencialmente ética, valedora de lo común, y deje de lado el individualismo rampante, los personalismos estúpidos, por malsanos por ética y por estética. Valga como criterio básico el que escribía D. Antonio Machado:

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«Todo sentimiento se orienta hacia valores universales, o que pretenden serlo. Cuando el sentimiento no transciende del yo aislado, acotado, vedado al prójimo, acaba por empobrecerse... Tal es el sentimiento burgués, que a mi me parece fracasado... En suma no hay sentimiento verdadero sin simpatía... Un corazón solitario -ha dicho no se quién, acaso Pero Grullo-no es un corazón ; porque nadie siente si no es capaz de sentir con otro, con otros... ¿por

otros?».

La política o es ética, solidaria, compasiva, y genera felicidad, o es un engaña bobos. Para los griegos no hacer política era literalmente una «idiotez». A.Camus, premio Nobel de literatura, y una de las voces mas profundas de la necesidad de sentido para superar el negacionismo ético dominante, hace una llamada para superar la desesperanza que nos provoca la ideología dominante:

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«Y los que dicen o escriben que el fin justifica los medios, los que dicen y escriben que la grandeza se mide por la fuerza, son absolutamente responsables de la atroz acumulación de crímenes que desfiguran la Europa contemporánea. Esta generación no cree que sea posible obtener la felicidad y la satisfacción universal. Pero sí cree en la disminución del dolor humano. Porque el mundo es, en su esencia, infeliz, necesitamos crear algo de alegría. Porque el mundo es injusto, necesitamos trabajar por la justicia. Y porque el mundo es absurdo, debemos dotarlo de todo su sentido».

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