Fue la enésima protesta de los hosteleros ante los continuos cierres que están padeciendo. Me refiero a romper platos en plena calle como símbolo de un sector que recibe todos los golpes de esta pandemia. Cosa que, en realidad, es así. Aunque, bien es cierto, ... hay otros como el turístico, que estén pasándolas tanto o más canutas. En cualquier caso, resulta obvio que la hostelería se está llevando una buena parte de las restricciones a la actividad. Tiene de todo tipo y formas, cuando no cierres totales del negocio. Por tanto, el auto del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) donde los anula y ordena la reapertura inmediata con limitaciones, ha sido considerado como una victoria en plena batalla. Ojo, no en la guerra, puesto que es recurrible y en absoluto tiene el carácter de una sentencia, sino que representa únicamente la aplicación de medidas cautelares. Eso sí, pone en solfa los decretos que los gobiernos autonómicos están imponiendo. Más que nada, porque el TSPV duda del carácter científico de los mismos. O sea, dice que la hostelería no es la zona cero del coronavirus, ya que los datos del propio Ministerio de Sanidad hablan de que sólo provoca el 1,4% de los contagios. Sin duda, sensación compartida por los clientes de este tipo de establecimientos. Dicho de otra manera: si percibiesen algún tipo de riesgo dejarían de acudir, algo que está probado que hacen masivamente en el momento que se relajan las medidas de turno.
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En Asturias, como digo, el auto afecta directamente a los 19 concejos que se encuentran en el nivel de alerta «4 plus». Ya saben, prohibido utilizar el interior de los locales y con limitación de mesas en la terraza. No vamos a hablar ya si están en la categoría '4 plus reforzada' -como Lena y Aller, que acaban de entrar- puesto que la clausura es total. Tenemos, pues, una situación de lo más variopinta para luchar contra la covid-19. Dependiendo de dónde estés, puede que un tribunal diga una cosa o la contraria. Cuando le preguntaron a la ministra de Sanidad, Carolina Darias, por este varapalo al Gobierno vasco, se encogió de hombros. Únicamente señaló que en octubre el Ejecutivo central decretó el actual estado de alarma, para que bajo ese paraguas las autonomías pudiesen legislar a discreción. El problema es que el susodicho paraguas, no solo se ha mostrado insuficiente para contener el chaparrón pandémico, sino que tiene abundantes goteras. He aquí un ejemplo.
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