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Tal parece que existe una plantilla gubernamental para afrontar las crisis. Esto es, que cuando una se produce -ya sea pandémica, de desastres naturales o hiperinflación- acaba solucionándose a base de poner en funcionamiento la maquinaria del subsidio. Tal parece, digo, que eso se traslada ... también a los mensajes. Si durante estos dos años largos de coronavirus hemos escuchado hasta la saciedad eso de «no vamos a dejar a nadie atrás», ahora con la subida indiscriminada de los precios sucede lo mismo. El Ejecutivo de Pedro Sánchez no para de repetirlo una y otra vez, pese a que esta crisis que vivimos tiene un origen muy diferente. Digamos que nada tiene que ver. Es más, en cada comparecencia pública de cada uno de sus miembros, la lluvia de millones anunciados resulta impresionante.
En esta ocasión, con el plan de choque contra los efectos de la guerra de Ucrania, hablamos de 16.000 millones de euros. Anteriormente, la ministra de Igualdad, Irene Montero, había anunciado inversiones por 20.000 para políticas feministas. En resumen, cojan una calculadora cada vez que vean a los ministros/as ante los medios y verán como acaban sin dígitos.
Además, se aprovecha la coyuntura para incluir medidas ideológicas que nada tienen que ver con el problema. Por ejemplo, eso de prohibir subir los alquileres más de un 2%. Algo que la mayoría de los arrendadores ya están haciendo 'motu proprio'. Entre otras cosas, porque quieren conservar el arrendamiento.
Sin embargo, igual que se impidieron los desahucios durante la covid, vuelve a intervenirse en el mercado de la vivienda. Ni que los alquileres tuvieran la culpa de una inflación que se acerca a los dos dígitos (9,8% en marzo).
Lo mismo que pasa con eso de prohibir el despido por causas objetivas. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, dice que no se pueden ajustar plantillas cuando las empresas están ahogadas por el precio de la energía. Pregunto, entonces, ¿cuándo? ¿Cuándo van bien, están saneadas y tienen beneficios? Desde luego, ahí no hace falta.
Me temo que esta nueva crisis, que acabará convirtiéndose en una dura recesión, no se soluciona utilizando un mismo patrón. Hay que ir al fondo de la cuestión (la subida de los combustibles) y atajarla a través de métodos de mercado. Es decir, aumentando la oferta o bajando la demanda energética.
En definitiva, necesitamos un plan de estabilización, más que de choque basado en subvenciones.
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