A mí me hubiera gustado que el debate electoral se hubiera celebrado en el plató de 'El Hormiguero' y que, cada vez que hablara Feijóo, saliera de repente Trancas disfrazada de Abascal dándole voces mientras sorbe un carajillo y se pasea un palillo por la ... boca. Tampoco hubiera estado mal que, cuando Sánchez tomara la palabra, apareciera no solo Barrancas, sino el hormiguero nacionalista entero, con los picos bien abiertos, como polluelos esperando su ración de gusanos, que ya sabemos que este hombre, cuando le aprieta la necesidad, lo mismo te hace una autovía que te cambia el Código Penal. El bipartidismo no ha muerto del todo, pero se ha convertido en una algarabía de voces que recuerda al pasaje evangélico del endemoniado, cuando el diablo le espeta a Jesús: «Mi nombre es Legión porque somos muchos».

Publicidad

Es imposible no ver detrás de Feijóo a toda esa pintoresca y peligrosa corte de 'voxeros' que ahora ocupan consejerías y presiden parlamentos, pero que hace unas semanas hubieran sido expulsados del plató de 'Cuarto Milenio' por extravagantes y magufos. También es imposible no ver detrás de Sánchez a toda una confusión de movimientos independentistas que sueñan con fronteras medievales o cosas peores y que aspiran a convertir la España moderna en veinte o treinta Albanias de las de antes.

Me gustaría ser, en este momento, un periodista grupi, de esos que visten la camiseta de sus partidos políticos con un pundonor a lo Camacho y los sobacos líquidos de rabia y entusiasmo. Sin embargo, para mi desgracia, tiendo a la melancolía y me temo que el 23-J solo podemos elegir cuál de todos es nuestro villano favorito.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad