Dice Feijóo que su debate de investidura ha servido para retratar a la gente. Me siento directamente interpelado porque no se me ha puesto en las narices seguir la sesión parlamentaria ni con pinganillo ni sin pinganillo. Estoy de vacaciones, Feijóo, y cuando estoy de ... vacaciones no veo partidos de pretemporada. Esta sensación de amistoso intrascendente se incrementó al ver cómo el PSOE alineaba de portavoz a Óscar Puente, que es como cuando el Madrid sacaba a Mariano en aquellos partidos absurdos que jugaba en julio en Seattle o en Bangkok. No es esta una comparación del todo afortunada porque el tal Puente no tiene puntería ni sutilezas de delantero, sino que es un defensa leñero de los antiguos, una mezcla de Arteche y Panadero Díaz, que no ve balones sino meniscos y tibias, y a por ellos va con una disciplina ciega.

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Del debate apenas me ha llegado el eco enfebrecido de las redes sociales. He oído a Pablo Iglesias decir que Óscar Puente a veces es un macarra y por un momento deseé que él hubiera estado también en el Congreso para asistir a una buena pelea entre Trinitarios y Latin Kings, con Buxadé calzándose las botas militares en la tribuna de invitados.

Lo mejor del debate fue la intervención del diputado socialista de Teruel, Herminio Rufino Sancho, que votó sí a Feijóo y luego se desdijo. Lo de Sancho fue hacerse un Casero a un nivel superior porque allí no había botones ni algoritmos informáticos, sino solo la viva voz. A la salida explicó, un tanto confusamente, que cuando por error le llamaron Sánchez sintió el impulso de decir que sí, pero que, ya restituido como Sancho, casi prefería que no. A poco que le líes al Herminio, ese voto lo tienes, Feijóo

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