Directo ¡Otero, a punto de adelantar al Sporting!

A mí me gustaría ser lector de sensibilidad y andar tapando las vergüenzas de los escritores con un rictus escandalizado, como de beata que se mete en el cine a ver 'El imperio de los sentidos' y no da crédito a las cochinadas que hacen ... esos japoneses. Yo escribo regular y me da mucha pereza hacer novelas, pero creo que tendría el talento suficiente para poner 'afroamericano' donde dice 'negro' y para convertir a los 'niños gordos' en 'niños' a secas, aunque tal vez se les pueda llamar 'fuertotes', que es como en mi pueblo resolvían las señoras, poco entrenadas en el eufemismo, esta espinosa cuestión terminológica.

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Estamos entrando en una época pudibunda y eso, en contra de lo que se dice, ofrece grandes ocasiones para el divertimento. En una escuela americana han retirado las imágenes del David de Miguel Ángel por pornográficas, cuando eso solo revela la bisoñez de la directora del departamento: ¡pero en qué película porno ha visto usted ese apendicín, alma cándida! Se llega a presentar el David de Miguel Ángel al 'casting¡ de 'Fue a por trabajo y le comieron lo de abajo' y el director lo echa del rodaje entre risotadas y grandes aspavientos.

De todos modos, corregir a Agatha Christie o a Roal Dahl está chupado y exige poca concentración. Apenas unos tachones y un par de adjetivos amables. Lo gordo -lo fuertote- es meterse con Quevedo. Ahí es donde se curten los verdaderos 'braghettoni' y no poniéndole trapitos al Cristo de la Capìlla Sixtina. Al escritor Juan Ruiz de Alarcón, que era contrahecho y tenía doble joroba, en la espalda y en el pecho, Quevedo lo llamaba «hombre entre paréntesis». Se nos iba a quedar 'El Buscón' en media hoja.

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