Aescala mundial, lo que viene preocupando desde que tengo memoria es el crecimiento incontrolado de la población, la bomba demográfica lo llaman, y su corolario ineludible: el producto del creciente número de habitantes por el creciente consumo per cápita de toda clase de bienes y ... servicios con su factura ecológica sobre el planeta, que no alcanza a satisfacer tanta demanda sin deteriorarse. Pues bien, en Asturias nos inquieta, precisamente, lo contrario: haber dejado de ser parte de este problema. Somos cada vez menos y más viejos. Lo nuestro, más que la bomba, es el petardo demográfico, no podríamos sostener los servicios y las pensiones con nuestra exclusiva aportación.
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Suele decirse que en Asturias se nace poco porque los jóvenes no ven claro el porvenir. Ciertamente no abundan las oportunidades laborales atractivas y, en consecuencia, falta confianza en el futuro. En tal coyuntura incierta creo que los estímulos económicos específicos, toda la posible gama de cheques bebé y similares, podrán paliar en alguna medida la sequía, pero me parece muy dudoso que alcancen, por generosos que llegaran a ser, a invertir la tendencia. Y es que debemos asumir un factor determinante en esta cuestión, tan evidente como desapercibido: al margen de la economía, la natalidad tiene, socialmente, menos atractivo vital que su control, tenemos pocos hijos porque podemos, porque hemos desligado eficazmente la satisfacción sexual de la reproducción, así de simple. Lo cual viene a confirmar que, en sociedades evolucionadas, lo que llamamos cultura radica en las funciones secundarias: la gastronomía se impone a la nutrición, la moda a la indumentaria, el sexo a la reproducción. Sospecho que esta tendencia está ya tan arraigada que cabría esperar que ni siquiera ese improbable florecimiento económico que se supone condición necesaria para revertir el decrecimiento demográfico fuera condición suficiente para ello. Son muchos los jóvenes que han asumido que tener hijos no mola.
Así que a la incertidumbre económica y a los estímulos específicos insuficientes, habría que añadir un tercer factor en el problema de la escasez de nacimientos en Asturias: el desistimiento tácito generalizado. Desconozco qué tecla mágica habría que tocar para corregir este último factor, pero sugiero preguntar a quien haya convencido al personal para pagar por comprar ropa rota y, además, ponérsela. Claro que el éxito, con tal estrategia, podría dar en que se fueran a reproducir precisamente los más tontos.
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