Quizás una exposición de René Magritte debía ser una no-exposición. Gracias a la reproducción técnica podemos ver los cuadros de cualquier pintor a golpe de clic, no habrá museo que pueda exponer las 372 obras de Magritte. Por eso visitar la exposición 'La máquina' ... en el museo Thysen con algunas de sus cuadros es un cierto acto de fetichismo, cruzar el espejo como la Alicia de Lewis Carroll para ir a otro lugar. ¿Y qué lugar es ese? Lo decía Fernando Pessoa: «La literatura existe porque el mundo no basta», lo que valdría también para el arte. Y lo expresaba el propio pintor: «Traté de recobrar la posición que me permite ver el mundo de otra manera que la que se me quiere imponer».
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Para sentir a Magritte (que no para entenderlo) necesitamos romper con lo normalizado, más partiendo de una geografía que identificamos y reconocemos. Son los cristales rotos de la ventana en 'La llave de los campos' y ver que el paisaje está al otro lado, pero la cuestión es engañosa. 'Esto sigue sin ser una pipa', nos dice en uno de los cuadros expuestos en el Thysen relativos al famoso debate pipa/no-pipa, del que Foucault establece: «La similitud multiplica las afirmaciones diferentes, que danzan juntas, apoyándose unas sobre otras». Porque Magritte trabaja fundamentalmente con lo que cualquier ojo puede percibir, como explica John Berger: «Así es que en su arte no se da ningún tipo de oscuridad. Todo es claramente legible, incluso en sus primeras obras, cuando su técnica no era todavía todo lo depurada que llegaría a ser durante los últimos años». Pero no confundamos, la no-oscuridad no significa aceptar el mundo convencional. Precisamente, el arte de Magritte se levanta para cuestionarlo todo. Con ese espíritu nos introducimos en una exposición que no es solo lo que se expone, sino los ojos y miradas que observan lo expuesto.
Las salas del Thysen están llenas de gente, lo cual dificulta que puedas ver un cuadro, y hay que hacerse un hueco entre la heterogeneidad de visitantes. Pero en esa heterogeneidad hay algo común por los tiempos que vivimos: las mascarillas. Hace años estuve en ese mismo lugar viendo la exposición 'Las lágrimas de eros', de George Bataille y vi una mujer japonesa con una mascarilla; no podía imaginar que la excepcionalidad se terminase convirtiendo en norma. Magritte, cuyo arte pone en cuestión la homogeneidad, creó un personaje que llama a esa uniformidad: el individuo del bombín. «El prototipo del hombre burgués quedó inmortalizado en Magritte en la figura de su célebre hombre del bombín». El bombín unifica las formas, pero singulariza las expresiones. Así, en 'El arte de la conversación' dos figuras con bombín se han elevado a las nubes como si hubiesen levitado y tuviesen todo el tiempo del mundo para hablar de eso precisamente, del paso del tiempo. Porque el arte puede alterar las formas y el tiempo, en lo cuál Magritte es extremista, como en el cuadro 'La violación'. «El sujeto mujer dio origen a 'La violación'. En este cuadro se forma un rostro de mujer con los elementos esenciales de su cuerpo. Los ojos se convierten en senos, la nariz es representada por el ombligo y los genitales sustituyen a la boca», señala Ángeles Arenal. Es la cosificación de la mujer que él descubre cuando no se hablaba de ella, quizás porque el cuerpo femenino es una de sus temáticas principales, en las que más incidió e investigó, como la obra 'Tentativa imposible'.
El cuadro está a la entrada, es uno de los más grandes, a su alrededor se acumula la gente, en algunos casos un grupo atendiendo a la explicación de un guía. He visto ese cuadro muchas veces, pero es la primera que estoy delante del original. Partiendo del mito de Pigmalión, el pintor se retrata dibujando el cuerpo de una mujer desnuda en el aire. Sabemos por las fotos que la base es su propia mujer, Georgette. Decía Picasso que él no pintaba a las mujeres como eran, sino como las veía en su cabeza. Quizás es lo que ha hecho Magritte, al pintarse a sí mismo nos descubre lo que tiene en su mente: «Mi pintura es un pensamiento que se ve sin nombrar lo que se ve». Y ahí vemos que a la mujer le falta un brazo, como si necesitase de la imperfección, de lo incompleto, que se observa en muchos de sus cuadros. En otros simplemente es una manzana gigante o una piedra, lo que nos impide la visión de lo que se oculta detrás. Así, en los cuadros 'El sentido propio', tiene escrito 'femme triste' y 'corps de femme', pero en ninguno de ellos aparecen esas mujeres, igual que si se hubiesen ausentado. Como dijo Foucault: «Nadie puede orientarse en el planeta Magritte». Y ese es uno de los aspectos más interesantes de su arte, no la búsqueda de significados, simbolismos, significantes, o cualquier otra explicación, simplemente perderse en el mar de Magritte sin mapa ni brújula alguna.
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