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No sé si en el barro, morigerado lector, pero la hay. Está claro que la hay y a la que me voy a referir hoy tiene que ver con la divergencia entre Nadia Calviño y Yolanda Díaz en torno al SMI (Salario Mínimo Interprofesional), aunque ... también las ha habido y habrá a otros niveles y no solo están relacionadas con la divergencia entre ministros vinculados a dos partidos políticos diferentes, PSOE y Unidas Podemos, que conforman el Gobierno español actual, en el que últimamente la coalición y el entendimiento parecen brillar por su ausencia. Por la parte económica, que es la que me queda más cercana, en general Calviño se encuentra con carencias o incomprensiones severas por parte de la ya mencionada Yolanda Díaz, pero también con la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, Marisu para los amigos. Seguramente las importantes deficiencias de Montero y Díaz en formación económica estén detrás de dichas diferencias.
Tienen en común, Díaz y Marisu, su gusto por la renovación de vestuario 'no low-cost', desde luego, mostrándose como dignas herederas de María Teresa Fernández 'de la Vogue', justo en un momento en que todas las mujeres con una imagen pública tienden a la austeridad y a la contención. Eso no parece ir con ellas. Nadia Calviño, sin embargo, está en otra onda: preocupada de los números y consciente de la gravedad del asunto que tiene entre manos. Y las cosas de números no se resuelven preocupándose por los modelitos, siendo vehementes con el verbo, cuando no chillando directamente, o cambiando de pendientes (Marisu, ¿dónde metes tantos pares de pendientes?). Las cosas de números se resuelven con tranquilidad, con sentido común y con conocimientos matemáticos de los que Marisu y Díaz carecen. Calviño cree que Díaz no debe quitar importancia a una decisión trascendente como la subida del SMI. Y lleva razón, creo yo. La vicepresidenta tercera del Gobierno sostiene que decir, como ha dicho la ministra de Trabajo Yolanda Díaz, que subir el salario mínimo interprofesional un 0,9% solo supone a las empresas afectadas un aumento de 30 céntimos al día, es restar importancia a una decisión que sí es trascendente y que quita el foco de los temas relevantes, como lograr que el personal en expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) vuelva al trabajo. Ese tipo de comparaciones o tratando de quitar importancia a decisiones trascendentes, alejan el foco de lo importante, que tiene que ser justamente centrarse en la readmisión de los trabajadores que están en ERTE, en que los jóvenes accedan al mercado laboral y en evitar el aumento del paro femenino. Esa tiene que ser la prioridad, según Calviño, y yo, personalmente, estoy totalmente de acuerdo con ella.
¿Por qué? El SMI ha subido en los últimos dos años y medio casi un 30% y el impacto de un incremento de esta renta mínima no es el mismo con un crecimiento fuerte que con una caída del PIB de dos dígitos como la de 2020. Además, en un momento en que el Gobierno está tratando de apoyar a las empresas y reducir sus costes, ha de ser coherente en sus decisiones. Es comprensible que los sindicatos reclamen alzas salariales, igual que se entiende que las empresas pidan un aumento de las ayudas. Pero un Gobierno debe tomar medidas con responsabilidad y teniendo claras las prioridades, que son recuperar el crecimiento económico y el empleo y proteger el tejido productivo. En mi opinión, debería ser prioridad absoluta del Gobierno en los próximos meses procurar que se absorba y recupere el empleo de los 1,5 millones de personas que están en paro, en un ERTE o percibiendo ayudas por cese de actividad. Es vital que estas personas no se descualifiquen, que sigan teniendo ánimo y capacitación y que el Gobierno pueda ayudar a su readmisión en las empresas o a su reorientación en otros sectores productivos. No hay alternativa sensata a esto, creo yo.
Cambiando de tercio, las divergencias también se han dado entre ministros del PSOE y con formación jurídica de alto nivel, como la del ministro del Interior y la ministra de Defensa. El primero protestó porque la segunda envió militares a colaborar en la retirada de la nieve que dejó la tal 'Filomena', y se enojó porque tal cosa era de su competencia ministerial. No dudo de que sea así y entiendo que todo el mundo tiene su pequeño (o gran) ego. Formando parte del mundo académico soy consciente de que tal cosa existe. También hay sabios en zapatillas que nos dan cada día lecciones de sabiduría y humildad. El orgullo y el ego, de vez en cuando y por una buena causa, como combatir a 'Filomena', hay que saber guardárselo. Creo que el bienestar de la ciudadanía está por encima de los egos y del cargo, cuya ambición de poder no parece tener límites incluso cuando han llegado a lo más alto. ¿Para qué? ¿Están satisfechos nuestros ministros con el resultado de su trabajo? Cada día, por la noche cuando me acuesto, repaso si lo que he hecho en el día ha valido la pena. Si estuviera en la piel de algún ministro/a actual, no todos, claro, tendría auténticas pesadillas.
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