Los gatos cuando juegan con un objeto redondo, un ovillo o una patata, si se les cae por un agujero esperan mirando hacia abajo para ver si el juguete vuelve a subir a la superficie. Los gatos, como ocurre con los terraplanistas no han leído ... a Newton, y desconocen las leyes de la gravedad, por lo tanto esperan que aquello que se desploma por su propio peso vuelva a ascender por arte de magia. Estoy seguro de que un vecino mío que era un buen hombre y creía de veras que el paraíso estaba en el Este, apoyaría que Putin atacara Ucrania. Y si era preciso que llegara hasta más acá, para ver de nuevo las banderas del Ejército Rojo. Él ya se preguntaba en 1989, llamándole 'gocho careto' a Gorbachov, que por qué no intervenía el Ejército Rojo: había visto algunos miembros en la guerra del 36, y aplaudía los que entraron en Berlín en el 45. Algo tan real e idolatrado, tan robusto e invencible, no podía disolverse como un terrón de azúcar en las fauces del capitalismo. Todo era un engaño, una irrealidad, una historia mal contada. Los firmes creyentes siempre tienen un argumento mágico para desmontar las realidades de la historia o las verdades de la ciencia. O sea, el Ejército Rojo sigue existiendo, y lo que dice Darwin de la evolución de las especies o el desentierro de un homínido de hace 50 millones de años son cosas de Satanás, que nos ciega las entendederas a todo el mundo menos a los entendidos de la secta. Sectas hay muchas, algunos afirman que tantas como religiones.

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Vuelven a sonar tambores de guerra de este rayo que no cesa, y los que menos se esperaba toman partido hasta mancharse. Quién nos iba a decir que los descendientes de aquel felipismo (OTAN, de entrada no), iban a volverse tan atlantistas con los años. Claro que este es un país donde hay ejemplos del pasado en que la izquierda moderada se echó en brazos de los extremismos. Y ahora no solo eso, sino que pactan con los que jalean y ponen alfombra roja a los que asesinaron al socialista Juan Priede, que era natural de Ponga, o van a darle ánimos a la Audiencia a Iratxe Sorzábal, que ordenó poner dos bombas en Gijón: una en los juzgados y la otra en la farmacia de un comunista de los de verdad. A buen seguro porque su esposa, una socialista de las de verdad, había sido responsable de prisiones. Cuánta inmundicia encierra la política, de un lado y de otro. Yo aconsejo, andando a ras de tierra, que lean el libro de George Orwell 'Homenaje a Cataluña'.

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