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La universidad es un magnífico ejemplo de la burocratización creciente de los servicios públicos y de su impacto demoledor sobre los trabajos y profesiones que requieren una mayor cualificación. Según encuestas realizadas en universidades españolas, los profesores perciben la burocracia como el principal problema de ... su trabajo: un 72,1% de ellos señala que el aumento en los procedimientos (administrativos) les ha perjudicado y el 89,2% que tienen que rellenar cada vez más papeleo para realizar tareas simples que realmente no lo precisarían. El antropólogo David Graeber ha conceptualizado estas tareas como la teoría de los 'Bullshit Jobs', es decir los 'trabajos postureo' o 'trabajos basura', en los que los profesores pasan cada vez más tiempo, llevando a cabo actividades administrativas inútiles que no aportan ningún valor añadido. Y es lo que también Martin Parker y David Jary denominan la 'macdonalización de la universidad', que ha hecho que las reformas aplicadas a la universidad no sólo no hayan conseguido que estas se adapten mejor a los cambios de su entorno, sino que ha provocado una estandarización extrema de los trabajos y ha reducido la autonomía de los profesionales, que se sienten como meros instrumentos en manos de las organizaciones de las que forman parte. Otros autores como Bozeman y Youtie ya hablan de la proliferación exuberante de la 'Robotic Bureaucracy' y de sus efectos demoledores sobre la investigación universitaria. Mencionan cómo el aumento de la carga administrativa sobre los investigadores universitarios los ha llevado a depender cada vez más de esa burocracia robótica para gestionar los proyectos e ignorar hasta qué punto estos sistemas transfieren la carga del cumplimiento desde los administradores o gestores a los investigadores.
El procedimiento general, llevado a cabo de una manera sutil pero constante, consiste en ir reduciendo al personal administrativo y trasladar al profesorado esas funciones burocráticas mediante lo que los sociólogos del trabajo denominan 'Shadow Work'. Diversos estudios han mostrado que este trabajo en la sombra ha pasado en los últimos años de representar el 20% al 60% de la carga de trabajo de los profesores de universidad. En la práctica habitual, el procedimiento consiste en ir añadiendo al sistema que manejan los profesores pequeñas (o grandes) aplicaciones informáticas. Luego se proporciona a cada profesor una clave de acceso a esas denominadas 'aplicaciones facilitadoras' (sic) y, en el mejor de los casos, un 'tutorial', cuando en realidad lo que se está haciendo es trasladar literalmente al profesor las tareas puramente administrativas que antes hacía otra persona. La mayoría de estas nuevas tareas no tienen ningún valor añadido, ni relación con la función académica o investigadora propia de un profesor universitario. En el ámbito empresarial o comercial este procedimiento ya había sido descubierto hace tiempo y se denomina 'que trabaje el cliente'. Las entidades bancarias conocen bien este truco. Lamentablemente, como el tiempo es limitado, cuando se emplea en rellenar formularios, ya no está disponible para pensar ni para investigar. Los sociólogos saben bien que la sobreestandarización de los procedimientos en las organizaciones tiende a cercenar los mecanismos de adaptación de organización, reducir la iniciativa individual y provocar actitudes de aceptación pasiva de las reglas y de desafecto con la institución para la que se trabaja. Eso sí, tiene dos grandes ventajas: genera toneladas de datos que, a menudo, nadie analiza ni comparte, y resulta mucho más barata para los gestores (en el corto plazo).
Lo que pasa es que la universidad no es un banco ni un gran supermercado. ¿O sí?
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