En el cortometraje 'Alumbramiento' de Víctor Erice, incluido en la película colectiva 'Ten Minutes Older', un niño dibuja un reloj en su muñeca y luego la acerca al oído como si esperase escuchar el tic-tac de las manecillas dibujadas al circular marcando cada segundo. ... Obviamente no escuchará nada, pero su gesto es profundamente humano: inventar el tiempo, medirlo.

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Es un pequeño reloj de arena metido en una cajita rectangular de cristal, de manera que parece estar flotando en el aire. No sé como llegó a mi casa ni cuando, tengo la impresión de que ha estado ahí toda la vida, acompañándome en los diferentes domicilios. Desde siempre he tomado la costumbre de darle la vuelta y la arenilla cae de un lado a otro durante tres minutos exactos. Ahora tiene una pegatina sobre el cristal donde aparecen los números de teléfono de taxis, bomberos, emergencias, grúa… Como si esos 180 segundos nos informasen de esas necesidades. Porque esos tres minutos han estado ahí, están, viendo pasar los años y hasta un siglo, optando a esa permanencia en el tiempo sin fecha de caducidad que sólo los objetos pueden tener. Porque el tiempo puede parecernos lineal, pero las horas, los minutos y los segundos se rebelan contra sí mismos como si hubiese tiempos diferentes. Todos conocemos esa percepción extraña en que una hora no es igual a otra según como la vivamos. Por ejemplo los japoneses llaman makura a ese espacio de tiempo que hay entre dormir y despertar, dominado por la soñolencia y que en español no tiene nombre. Quizás el tiempo tenga mucho de encadenamiento de percepciones y depende de la forma que las afrontemos, así Leonard Cohen decía que el futuro era un asesino.

El tiempo es uno de los temas fundamentales en el cine de Erice. En la película 'El espíritu de la colmena', la niña protagonista le roba el reloj de bolsillo al padre, autoridad paterna, para dárselo al maquis, que en su percepción infantil representa lo desconocido, lo diferente, aunque aún no sepa como definirlo. Cuando la Guardia Civil mate al maquis, el reloj volverá a las manos de la autoridad paterna. Porque quien domina el tiempo, suele dominar el poder. El reloj puede ser uno de los símbolos más opresivos, como nos enseñaba Charlot en 'Tiempos Modernos' y Harold Lloyd colgando de las manecillas de un reloj gigante en 'El hombre mosca'. Una de las luchas sociales más importantes ha sido las de ganar tiempo arrebatándoselo a quienes manejan los mecanismos de la producción. El tiempo libre tiene una raíz emancipadora, aunque el consumismo banal y la alineación lo dominen hoy. Pese a las apariencias, sibilinamente, cada vez somos menos dueños de nuestro tiempo. Ejercer la soberanía sobre nuestras propias horas y días, supone en muchos casos ir a contracorriente. Como le ocurre al propio cine de Erice, el cual a pesar de su reconocimiento ha tenido una obra muy limitada y un encaje complejo y difícil en estos peculiares 'tiempos modernos' donde la industria cultural tiende a fabricar digeribles productos de consumo . Y en España la cuestión se agrava, sólo tenemos que ver como en Grecia un director con una cosmovisión y conceptos parecidos a los de Víctor Erice, Theo Angelopoulos, pudo realizar una obra relativamente extensa que es una referencia para entender Grecia desde el mundo helénico al actual sometido a una profunda crisis. Y es que el espectáculo del cine que domina es el cine espectáculo. En la película 'El Sol del membrillo' Erice trata de captar ese espacio de tiempo que hay entre la noche y el amanecer a través de los ojos del pintor Antonio López, que coloca el caballete delante del árbol e intenta captar como un reducido espacio de tiempo cambia la luz, la forma y el color del propio fruto. No es de extrañar que el director realizase esta experiencia pues su cine se mueve entre lo poético y lo pictórico; es como un artesano con cámaras que va dando pinceladas hasta aproximarse a algún tipo de revelación. Y lo que capta su cámara ante el pintor, es la historia de una imposibilidad. Porque no todo tiempo es medible, en particular aquel en que domina la naturaleza, que tiene sus propias normas y reglas.

Ahora, más de cuarenta años después de aquella experiencia, Erice está rodando una nueva película que gira en torno al tema de la memoria; parece que otra vez el tiempo tendrá un papel protagonista. Aunque se ha mantenido realizando diversas actividades relacionadas con el cine, se romperá un largo silencio en cuanto al largometraje.

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Hace ya bastantes años que tengo un reloj de bolsillo, dorado, con un cierto parecido al que aparece en 'El espíritu de la colmena', aunque el mío no tiene música. Primero se estropeó y luego dejó de abrirse, como si encerrase la maquinaria. Necesita una nueva y por diversas razones, lleva mucho tiempo en ese estado. No hay nada más paradójico y contradictorio que un reloj enmudecido. En breve, como una de esas cosas que colocamos en la agenda cuando entra un año nuevo, volverá a cumplir su función. Será casi un renacimiento. Como la niña de 'El espíritu de la colmena', quizás hay que robar el reloj dueño del tiempo a la autoridad, para entregárselo a lo diferente, a lo que está más allá, a las disidencias vitales.

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