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Hace ya 26 años desaparecía el semanario 'El Caso', popular publicación que no sólo se vendía, mucho, sino que se colaba por todos los rincones posibles y conseguía eso tan difícil como es penetrar en la memoria colectiva hablando de algo tan rechazable como presente ... en toda sociedad: sus crímenes. Porque la pulsión de matar está presente en todo ser humano y al mismo tiempo castigada y rechazada por todo tipo de códigos, desde los legales a los sociales y porque afortunadamente solo unos pocos traspasan esa frontera. Los que hacían aquella publicación sabían del interés del ojo humano por penetrar en un universo complejo rodeado de tabúes, que como mostró Truman Capote en 'A sangre fría', es necesario mantener una cierta distancia con el cadáver, lo cuál no quiere decir equidistancia. El morbo y lo escabroso venden, y paradójicamente han aumentado desde la desaparición de 'El Caso'. Al contrario que otros medios en papel que cerraron por la llegada de internet y las publicaciones digitales, el semanal lo hizo cuando la televisión asumió su papel, cuando se pobló de programas específicos y brotaron como setas, especialistas en el crimen. Las cámaras no se detuvieron ni ante un caso tan sensible como fueron el de las niñas de Alcaser. Lejos de reflexionar, lo escabroso se ha convertido en estrella informativa y dando una vuelta de tuerca tenemos el caso del crimen confesado por un ciudadano español en Filipinas. Hemos contemplado una y otra vez la imagen de esta persona, se nos ha detallado su situación casi al minuto, el cuál va a ser su posible futuro, los derechos que le corresponden como ciudadano español en un país extranjero, del estado de las cárceles en ese país, del sistema judicial y penitenciario, hemos escuchado hablar a su familia y conocidos, y hasta nos han trasmitido las opiniones y sentimientos de quien ha confesado el crimen. Teniendo en cuenta que no sólo se ha producido un crimen, sino un terrible ensañamiento, resulta sorprendente que se haya tendido a la deshumanización de la víctima, y a la sobrehumanización del asesino confeso.

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elcomercio El naufragio de la ética