Cuando el escritor español Max Aub regresó tras su exilio de la guerra civil, y se encontró con un país muy diferente del que huyese, dijo: «He venido, pero no he vuelto.» Porque los territorios, los paisajes, las geografías, son uno, pero la mirada sobre ... ese lugar, sobre cualquier lugar, es múltiple y diferente. Cada ojo fabrica su propio territorio. Existe un dibujo primario, pero son las pupilas quienes le dotan de color.
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Parece que los molinos de viento son cada vez más extraños en la geografía visual Manchega. Los iconos que representan a un lugar no son ajenos al paso del tiempo. Don Quijote no tendría hoy molinos de viento frente los cuales luchar.
No hay dos territorios iguales, exactamente iguales, cada sitio lo recibe la retina con una memoria y experiencias propias, al mismo tiempo que unas características que lo configuran. La geografía interior y la geografía exterior entablan una relación dialéctica, donde la memoria interpreta la realidad vivida, en la cual se da entrada a una cierta ficción que no distorsiona lo ocurrido, sino que añade deseos y vivencias intimas. Son «estos días azules y este sol de la infancia» que Antonio Machado recordaba en su última etapa vital. Y no era tanto lo vivido en su natal ciudad sevillana (de la cuál se marchó siendo niño), como por representar la infancia perdida y sus rupturas.
Cualquier territorio, en particular cuanto más extenso sea, tiende a desarrollar unos microterritorios, la aldea, el pueblo, el barrio… Las grandes patrias no dejan de ser abstracciones que necesitan de los pequeños territorios, de las patrias que se pueden tocar y reconocer. Lo otro, ausente de esto, puede llegar a ser peligroso.
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De los cuatro territorios que componen mi textura vital, Manzanares y La Mancha son los más desconocidos, casi enigmáticos, pues se configuran en base a retazos, pequeñas historias, unos relatos y unas memorias no estructuradas, que me han llegado desde la oralidad y la espontaneidad.
Situado entre lo urbano y lo rural, es de esos pueblos que parecen tener aspiraciones de ciudad y a los que antes se les denominaba villas. Y como toda localidad, tiene unas señas de identidad que lo dibujan, la tarjeta de visita con la que se presenta.
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El Castillo de Pilas de Bonas, la edificación más destacada de la localidad, ha tenido diversos usos. Dedicado esencialmente a lo militar, al igual que el Castillo de Kafka durante mucho tiempo fue infranqueable. Ahora es hotel y restaurante. El Gran Teatro mantiene la fachada de la época, pero un interior modernizado, y es una muestra de una cierta efervescencia cultural. 'La ciega de Manzanares', Francisca Díaz-Corralero, poeta del siglo XIX, artista contra las circunstancias al modo de Frida Khalo –«Nací y en el nacer quédeme ciega/(…) ni admiré de la nieve la blancura/ ni vi ese rostro que mi llanto riega»–. El poco conocido Manifiesto de Manzanares de 1854, que apoyó el levantamiento de Vicálvaro que reivindicaba los principios e ideas liberales –«Queremos arrancar a los pueblos de la centralización que los devora»– y que curiosamente fue elaborado por un joven Antonio Canóvas del Castillo, que se convertiría en el rostro del más rancio conservadurismo. Ignacio Sánchez Mejias y el lorquiano beso a la muerte a las cinco de la tarde. El vino y el queso manchegos, productos de una tierra que se resquebraja. La cárcel de Herrera de La Mancha, una sombra en las afueras del pueblo, antiguo centro de alta seguridad, quizás de esas cosas no queridas y que, sin embargo, tiene curiosamente una importancia económica en la localidad.
Uno vagabundea por Manzanares sin más rumbo que el paso marcado por sus pies, igual que por cualquier otro lugar que te sea desconocido, sabiendo que todo es descubrimiento y que nada nuevo se descubre.
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Pero si habita en ti algo diferente son aquellas calles, en blanco y negro, como los sueños o las fotografías antiguas, hace más de setenta años, en que una familia abandonaba en tromba aquellas tierras secas para aterrizar en el brumoso y frío norte industrial. Entre ellos una niña de doce años que lanzaba al aire preguntas que quizás nadie le respondía.
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