Secciones
Servicios
Destacamos
Un once de junio de 1924 Franz Kafka era enterrado en el Nuevo Cementerio Judío de Praga, tras haber fallecido el día 3 en un sanatorio de Viena, después de haber sido tratado de tuberculosis, mal incurable en la época y una de las enfermedades ... literarias por excelencia.
El Nuevo Cementerio Judío de Praga es uno de esos lugares que percibes nada más entrar que, a pesar de estar a cielo abierto, es un sitio diferente, como si lo hubiesen arrancado del espacio que ocupa y fuese una ínsula urbana. Las tumbas, de diferentes formas y tamaños, están pegadas las unas a las otras, por lo cual es difícil encontrar la identificación de las familias y personas que están enterradas en ellas. Razón por la que supongo que el muro de entrada está poblado de placas con los apellidos de quienes están en cada zona. Los Kafka pudieron ser uno más de aquellos apellidos, que con el tiempo se convertiría en geografía de la memoria de quienes pasaron por el inquilinato de la existencia humana y lo abandonaron dejando una tumba con nombres, que serían olvidados por sus propios descendientes, dejando sólo la arquitectura funeraria.
Pero unos carteles de papel, con unas flechas y el nombre Dr. Franz Kafka, que te va indicando el lugar donde el cuerpo del escritor se hundiese en la tierra hace cien años, indican que ese apellido tiene una historia que pocos, por no decir nadie, habrían adivinado. Porque cuando cien años después tu tumba está señalada porque recibe la visita de lectores, admiradores, o lo que sea, es que te has convertido en un mito. Y un escritor mito es algo extraño, pues el mito moderno se da más bien en la música, el deporte, el cine, incluso la política, pero no es muy común en quien crea una obra literaria. Porque la literatura es ante todo intimidad y conflicto, creación de una caricatura del mundo existente, para poder derribar sus muros limitadores. La poiesis es un método para llevarse todo por delante como rebelión y revelación, porque como diría el propio Kafka, tiene que estallar.
Enterrado según rito judío, su 'funeral' duró los preceptivos siete días, más el burocrático de cruzar fronteras entre dos ciudades que hasta hacía unos años pertenecían al mismo estado. Kafka regresaba a Praga tras una limitada ausencia. La madrecita, como él la llamaba, ciudad con la cual tenía una relación de amor-odio, acogía su cuerpo y una eternidad literaria y transcendente que posiblemente nadie de los que acudiese a su entierro hubiese supuesto. Porque para la mayoría aquel Dr. Franz Kafka era un abogado que trabajaba en la Real Compañía de Seguros de Accidentes Laborales, aunque supiesen que había publicado siete libros que pocos habrían leído. Pero se estaba dando sepultura a quien hoy es considerado como el escritor del siglo XX.
Y no sólo eso: Kafka penetra en el siglo XXI con fuerza inusitada, una obra manipulada en ocasiones, mal interpretada en otras y desconocida por la amplia mayoría. Y es que lo denominado 'kafkiano' esta muy por encima en conocimiento público de su obra. Se da aquí uno de esos elementos que en ocasiones, no muchas, y sobre todo en los últimos tiempos, la literatura ha aportado a la sociedad: conceptos y definiciones que van más allá del escritor y su obra. Así, podemos definir algo como 'quijotesco' sin haber leído la obra de Cervantes. Igual ocurre con 'sadismo' o 'sádico', que parte del apellido del divino marqués como si él hubiese inventado, aquello que ya existía en la Grecia clásica o en la Roma imperial, y de lo que se limito a escribir, desvelando las partes oscuras del ser humano. Y qué decir de Leopold von Sacher-Masoch, un discreto autor al que por un libro como 'La venus de las pieles' lo han convertido poco menos que en el padre del 'masoquismo'. Se me ocurre que después de Kafka, sólo la 'Lolita' de Navokov ha conseguido introducir en el lenguaje común algo que la sociedad utiliza.
Ciertamente, Kafka y sus escritos son son sólo kafkianos, porque atenerse a los paisajes de lo absurdo es algo muy limitativo para la complejidad de su obra. Lo importante no es su vigencia, sino su proyección al futuro. Y en el siglo XXI penetra con tanta fuerza que hasta la cosa esa de la Inteligencia Artificial utiliza su nombre: «Kafka es una plataforma de procesamiento de flujo de datos…». Curiosamente, de un hombre que se opuso al maquinismo de su época, pues uno de los aspectos de su obra es una crítica radical al pensamiento moderno.
Sea como sea, y aunque pretendan hacerlo descansar en el panteón de los ilustres, o analizarlo con psicologismos o limitarlo a un judaísmo religioso, la obra de Kafka está ahí, hablando de un mundo que cada vez más necesita de esa hacha que rompa el mar helado de las gentes. Quizá para Kafka ser escritor era algo primigenio y limitado, escritores hay cientos en todos los lugares y en todas las épocas. Su pretensión, conseguida hasta en lo más alto y complejo:»«Porque sólo soy literatura y no puedo ni quiero ser otra cosa».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.