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La mirada es una de las partes fundamentales del cine. Antes que la palabra, era la mirada quien hablaba y ahí están por ejemplo los ojos de Buster Keaton o Charlot, que con sus miradas podían narrar buena parte de la historia que se contaba ... en la pantalla. Y el cine de Víctor Erice, que es esencialmente pictórico, engarza con esa tradición y en 'El espíritu de la colmena' dibujaría una constelación de miradas que prestan a la historia mucho más esqueleto que las palabras o los diálogos, aunque lógicamente todos sean necesarios, como piezas de un puzle de la que es la mejor película española de todos los tiempos y que acaba de cumplir el medio siglo desde su estreno.
Son varios los factores que componen la textura de una obra de arte, en especial cuando se trata de una obra cinematográfica, que es ante todo colectiva, y que van desde la dirección, al guion, los actores, la parte técnica... Y también el azar. Porque fue el azar el que permitió captar una de las miradas más interesantes en su momento iniciático: los oscuros y sorprendidos ojos de la niña Ana contemplando y descubriendo en la pantalla al monstruo de Frankestein. Son sólo unos minutos, pero nada volverá a ser igual para ella, su cosmovisión infantil cambiará radicalmente. Porque no hay interpretación en esa mirada de Ana en el cine, para ella lo que sucede es verdad y empatiza con aquel monstruo que mata sin querer, que es repudiado y perseguido por la comunidad. El acierto es que las cámaras estaban ahí y, como ha explicado el propio Erice en una posición difícil, captaron el momento para la película y también para la posteridad.
¿Quién, alguna vez, no se ha sentido extraño, incomodo, ajeno al entorno en que habitamos? Es de hecho, una constante de la condición humana. A partir de entonces la niña duda y esa duda la lleva a distanciarse de la sociedad en que vive, un distanciamiento que adquiere de una manera casi instintiva y que toma carta de naturaleza cuando se encuentra con un guerrillero con el que empatiza desde el primer momento. Y no duda en apoyarle frente a la figura del padre, que representa el poder y ante el cual, en cierta medida, ese 'matar al padre' simbólicamente, en esa pulsión típicamente adolescente, para ella se adelanta a la infancia.
La película, que inicialmente se planteó como una alegoría política en que el monstruo regresaría a una España convertida en un campo de concentración dirigido por tecnócratas, se transformó en algo muy diferente. Erice dibuja la aventura interior de una niña, buscando aquello que trasciende, lo que se produce en lo profundo de la persona, transformándola. Una transformación que no es ajena a lo que la rodea. Así, el viaje iniciático se convierte en rebeldía y rebelión contra la colmena social y su orden.
'El espíritu de la colmena', rodada en el pueblo castellano de Hoyuelos, refleja los primeros años de la dictadura franquista y lo hace no de una manera lineal y explicita, sino a través de unas pinceladas donde se dibuja esa sociedad cerrada, en la que entra a modo de espita o cuchillo que rasga sus vestiduras el cine. Y aunque la película muestra una sociedad bajo un régimen dictatorial, refleja el comportamiento de la colmena social. Es eso lo que da a la película permanencia en el tiempo así como universalidad.
La película desarrolla en los personajes una serie de alegorías sobre el cuadro del pueblo y su relación con el conflicto principal: la rebelión e incomodidad de Ana que acabará en su huida. Así lo hace el padre, interpretado por Fernando Fernán Gómez, al que se le observa actuando como apicultor y, en las noches, leyendo el libro 'Vida de las abejas', de Maeterlik: «Sucede con ellas lo que con todas las realidades profundas. Hay que aprender a observarlas». «La abeja es, ante todo, y aún más que la hormiga, un ser de mansedumbre, sólo puede vivir en montón».
Las circunstancias han querido que este cincuenta aniversario se produzca cuando Víctor Erice esta a punto de estrenar comercialmente una nueva película, tras varias décadas sin hacer largometrajes, lo que supone todo un acontecimiento para el cine español. Que la película lleve el significativo nombre de 'Cerrar los ojos', indica que Erice sigue indagando en torno a uno de sus temas fundamentales: la mirada.
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