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El destello de las luces policiales en la noche, mobiliario urbano destrozado, el humo que queda tras arder un contenedor... Y todo ello envuelto en olor visual que coloca a la ciudad normalizada como urbe en suspenso. Es la ciudad en llamas, la geografía que ... se muestra tras un enfrentamiento de ciudadanos con la Policía o, en lenguaje técnico-jurídico, unos desordenes públicos.
La ciudad en llamas tiene una larga historia, episodios a veces duros, sangre derramada y también un factor importante en conquistas sociales y libertades. Aunque no pueda gustar, la violencia es la partera de la historia o al menos una de ellas, ya sea para bien o para mal. La ciudad en llamas es el espejo donde se reflejan las consecuencias del conflicto ciudadano, en la mayoría de casos una dialéctica ciudadanía-poder.
Amnistía es un termino que puede tener muchos significados, pero con la belleza de esas palabras que suenan a utopía: libertad, fraternidad, igualdad... Otra cuestión es la perversión que se pueda hacer con ellas, como ocurre con una que en estos momentos recorre las calles, 'revuelta'. Así se denomina uno de los grupos que hace convocatorias contra la ley de amnistía. Y no es casual que términos que suelen caminar en una misma dirección aparezcan aquí enfrentados.
Si los indultos suelen ser un perdón concedido por el Estado, la amnistía es una rectificación del poder por el mal uso de uno de sus monopolios, el de la violencia. La intervención del Estado español en el conflicto de Cataluña se ha constituido como un relato único, casi sin matices, se ha erigido en verdad absoluta cuando lo que existe es una realidad compleja. Y, a pesar de ocupar casi todos los altavoces, empieza a disolverse y ser cuestionada. Un cuestionamiento que podía percibirse con sólo leer las resoluciones con las que las justicias belgas, alemanas, escocesas, suizas e italianas han respondido a las solicitudes de extradición, las euroordenes emitidas por la justicia española contra Puigdemont y otros líderes independentistas. Algo que debería hacer reflexionar a los jueces españoles, aparte de otras autoridades, sobre que cruzando los Pirineos las cosas se ven de otra forma. Y no porque esas justicias simpaticen con el soberanismo catalán, simplemente porque entienden cuál es su lugar, que no es el de entrar en el combate político del Estado contra la disidencia. Pero ocurre lo contrario: no sólo se oponen mayoritariamente a la anunciada medida, sino que se vuelve a sacar de la chistera la mágica acusación contra la que no puede haber oposición alguna: terrorismo. Un término con fuertes connotaciones emocionales, tan abstracto que para acusar al poder debe llevar el apellido 'terrorismo de estado'. Si se aplica como señalan los jueces aquí, podrían ser terroristas Luther King, Ghandi, Mandela... Y hasta Jesús de Nazaret. ¿Se pueden considerar terrorismo los sucesos provocados en las movilizaciones contra la amnistía?
Una democracia donde no se puede hacer una amnistía no es una democracia, o es una democracia muy deficitaria. Como señalaba Marcuse, existe una represión necesaria y otra sobrante. La cuestión catalana ha sido abordada por el Estado español desde la segunda de ellas. Por eso la rectificación, se deba a lo que se deba, parece algo lógico nos situemos a la derecha o la izquierda. Así, las movilizaciones contra ella suenan a autentico disparate. Las argumentaciones se producen en un país donde se habla mucho de política, con un tono muy emocional y beligerante, pero donde hay gran ignorancia, que se sustituye por el dogma, las consignas y el festival de las banderas. Las naciones no están por encima de la democracia, las libertades y los derechos humanos. Es al contrario, son las naciones, cuando son estados-nación, quienes deben someter sus estructuras legales a esos principios básicos. Lo demás es autoritarismo metafísico y ese término que suele emplearse mal: nacionalismo supremacista.
Las movilizaciones han sido hasta ahora significativas, pero minoritarias, copiando muchas cosas de las protestas antisistema, aunque su objetivo es el contrario: cuestionan el orden establecido en su aspecto más progresista y al Estado como regulador de la concesión de derechos, optando por el refuerzo de su rostro más represivo. En realidad la oposición a la amnistía es una excusa que se aprovecha de una fuerte presencia social del nacionalismo español y de la catalanofobia, pues estamos ante algo que recorre el mundo, en cada país con sus características. Forma parte de la contrarevuelta trumpista, que entiende la libertad como la libertad de consumo y mercado, y al Estado como maquinaria represiva. Y es cierto que corresponde a un malestar social complejo y con diversos orígenes, pero parecido al de muchos alemanes que en los años treinta veían a su nación humillada y optaron por una determinada papeleta. Quizás los viejos fantasmas no existen, pero están ahí.
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