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Mientras una parte de los políticos parece que se levanta cada día con el único objetivo de separar a los españoles –los buenos de los malos, según el ojo con el que se mire–; el fútbol, una vez más, viene a salvarnos, a hermanarnos, a ... hacernos sentir orgullosos de pertenecer a una misma tierra, a hacernos olvidar las desgracias. El Real Oviedo, con ese pedazo de míster al frente, nos está dando todas las vitaminas, todas las alegrías que esos políticos tratan de minar cada día –árbitros incluidos; algo que todos los oviedistas saben muy bien–.
Pero a lo que vamos, todos somos Carrión, todos somos Cazorla, todos vestimos camisetas y bufandas azules, exhibimos su escudo, en una ciudad en la que hasta sus fuentes manan agua azul. Azul de esperanza, azul de alegría. Porque se puede, podemos, repetir la hazaña de 1988.
Hoy, Oviedo amanecerá de fiesta y todos confiamos que despida este sábado entre abrazos y cánticos porque sigamos creyendo. Son varias las generaciones que no abandonan el Tartiere –a pesar de sus escaleras– y merecen más que nunca ver al Oviedo en Primera División. ¡Hala Oviedo, adelante!
Ya estoy imaginando a Mbappé por aquí y la celebración del primer centenario del club en plena élite; esa en la que siempre ha demostrado estar la afición. Todo orgullo, valor y garra. Vamos a por todas sin dejar de mirar al Sporting el domingo. ¿Duelo entre asturianos?
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