

Secciones
Servicios
Destacamos
Es la crónica de la vida de Tino, uno de los niños evacuados a Rusia, escrita por su hijo, Pablo Fernández-Miranda. Con ella da ... continuidad a 'Pisaré sus calles nuevamente', dedicada al comienzo de su periplo desde la Colonia en Salinas. Allí, 82 años después, algunos se reunieron. La emoción no venía de la efeméride, sino de los seres extraordinarios que la contaban. Sin impostura. Transmitían bondad, verdad y compasión. Era el destilado de su paso por la Tierra, cuya dureza les tocó palpar a los diez años. Allí no solo vimos a los niños españoles de Rusia. Vimos a todos los de la guerra civil. Una parte, 34.000, iniciaron una odisea planetaria. Muchos más se quedaron aquí. Todos padecieron las vicisitudes de la guerra. Tino salió con otros 2.900 niños asturianos. Llegados a Moscú comienza el relato de su azarosa vida.
La guerra desgarró las familias que tuvieron que cubrirse con distintas banderas. Aquí se muestra la lucha de las españolas por no dejar solo a nadie. Y cuando la tragedia se hace global se los identifica por su talante entre una colección de tipos nacionales, como reconocen los oficiales rusos, que primero los confunden con georgianos, y cuando el malentendido se aclara se descubren y saludan a los valientes. O la consideración de heroína que dan a María Pardiñas, por ocupar siempre el puesto de más peligro y recoger al último herido. Enfrente, otros españoles presentan los mismos valores, como Bernardo, cuñado de Tino y divisionario, que aguanta en Posselock la 'xielá' y la música de los órganos de Stalin, y que escribe a su familia «échovos de menos».
Unos volvieron para contarlo y otro no. Tino combate en Finlandia con 16 años junto con Florentino Pérez Rodríguez, de Ciaño, que escribe: «Los soldados parecían mendigos, sucios, harapientos… Todo parecía un infierno»; el combate era confuso, «no sabíamos de dónde venían las balas»; ve morir a quien «para mi fue un hermano», y cómo ajustician a bayonetazos a un compañero al que se le había escapado un tiro. Otro, Ángel Herrero, prisionero de los finlandeses como Tino, pasa una noche encerrado en un vagón de muertos vivientes. Sabina recuerda su viaje a Samarcanda, en el que su tren es bombardeado y mueren cientos de niños. Catástrofe tras catástrofe avanza la guerra. Que envuelve a unos en los bosques de Karelia, y a otros atravesando el helado lago Ilmen en noches de -40º, para socorrer a un destacamento alemán cercado. Unos y otros no solo eran de la misma ciudad sino de la misma familia.
El azar y Agustín de Foxá traen a Tino cuando tiene 17 años y aquí aún no se han apagado los fuegos de la guerra. Viaja trajeado a Madrid y se cruza con Bernardo, de uniforme divisionario, de regreso a Oviedo. Los dos son cuñados , vienen de Rusia y serán acogidos en la casa de otro, comandante de caballería.
Acabada la guerra, la diáspora comienza a agruparse en Moscú, donde la dirigencia intenta preservarla como grupo, lo que muchos de sus componentes no aceptan y se mueven como colectivo para regresar. Una, para ser la primera ingeniera de caminos de España, como Araceli Sánchez Urquijo, y otro, como Eloy Alvarez Alonso, de El Condado para morir como fugado, con y en El Caxigal, en 1950. Más o menos el mismo año en que se cerraron las casas de niños españoles en la URSS, que también ocuparon otras menos confortables, el 'lager' de Tchepetsv, donde 162 'juanes', por indomables, estaban separados de los demás. Demostraban la misma tenaz voluntad que los 2.000 que consiguen una titulación superior, que a la España encogida le cuesta asimilar y hace que un tercio regrese a la URSS. No es el caso de Tino, que con el apoyo familiar logra reacomodarse. Con él seguimos el ciclo del repatriado, que incluye la vida en el Madrid de barrio, vacaciones en Perlora, y viajes de recuerdo a las dos patrias de su infancia, Salinas y Moscú.
Las láminas del pasado están comprimidas en el presente y, a veces, emergen derrelictos que algunos interpretan, no con el sentido que tuvieron para quienes las vivieron sino para satisfacer una lógica presentista, lo que perturba el futuro y oscurece el mensaje que lanzan quienes de ellas aprendieron. Esto no ocurre con 'Dos patrias', donde Fernández-Miranda muestra su capacidad para escribir buena novela histórica o para ser documentalista de Netflix. El ritmo es ágil, los personajes van apareciendo con sus vivencias. Que no juzga. Así forja una historia colectiva, hecha de vidas individuales que, enraizadas en una geografía, el viento las lleva a fertilizar otras tierras, y cuando vuelven, traen otras experiencias. Todas hacen el presente, para el que los valores que constituyen el telón de fondo de la novela son buena guía.
El verano siguiente, después de la evacuación, la Colonia volvió a abrir, pues la Universidad de Oviedo, destruida moral y físicamente, siguió sirviendo su encomienda, y el que era el segundo del director anterior, Manuel González Alonso, recién llegado del frente republicano, fue propuesto por el rector Gendín como nuevo director; finalmente, la Comisión de Depuraciones no lo autorizó. Pero la Colonia siguió, y cruzó tres siglos. Borges y el movimiento cultural 'Newtro' celebrarán la novela, pues además de bien escrita se alinea con ellos en redescubrir los valores del pasado y destilarlos de forma moderna.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.