Dos nobeles de economía, Daniel Kahneman y Angus Deaton, han concluido que la felicidad reside en disponer de un respaldo de cien mil euros-año. No se fíen. Esos dos pájaros, el Nobel de Economía ni siquiera es un Nobel de verdad, son valedores del ... capitalismo y por eso muestran un anzuelo cebado con dinero, la carnada para que no decaiga la fiesta y para que los pobres engrasemos la máquina, sostengamos el sistema mediante el trabajo asalariado y seamos felices sin perder el resuello ni la esperanza de trepar algún año a la cúspide social con cien mil euros en el bolsillo.

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El mayor atractivo teórico del capitalismo reside en que es un sistema abierto, que da alas a cualquier emprendedor que busque ganar en el libremercado esos jodidos cien mil. De hecho, hay ejemplos y modelos de ello a paladas. Recuerden que el imperio textil de ZARA, el de Amancio Ortega, arrancó con ese ricachón vendiendo batas boatiné que su mujer cosía en un lóbrego garaje. ¿Y quién no recuerda al senador Alfonso Escámez, que de botones de banco pasó a presidir el propio Banco Central? Lo malo es que pocos nacen con la fuerza precisa, y que la fortuna también juega en esa partida y a menudo obstruye rutas y quiebra ambiciones y deseos.

Por eso a los simples mortales no nos espera la felicidad de ese respaldo económico de cien mil, dinero sabroso como cuponazo y que no está nada mal, aunque tampoco garantice el gozar a posteriori de la placidez del bienaventurado. Incluso puede convertirse en una maldita pared de frontón para aquel que se anime a enriquecerse, pues por h o por b suelen fallar las fuerzas y el final consiste en arrojarse por la borda del barco de la existencia, como hacen cada día unos diez españolitos desesperados. Si usted opta por alcanzar la verdadera felicidad sin acabar envuelto en ese drama vital, hay métodos más simples, como es el tomar aditivos que den alegría, ya saben, ese traguito del olvido o ese cigarrito de la risa. Aunque es mejor practicar las disciplinas orientales del 'sukushinbutsu' o la 'salekana' que acompañan a la filosofía budista, la más tonta de las creencias. La cosa consiste en plantarse en el suelo con las piernas en la posición del loto, trancar boca y párpados para huir del mundo, poner los ojos y la mente en blanco y desistir de todo deseo, apetencia, interés, necesidad o pasión humana. Al final te momificas, sí, y te mueres, claro, pero feliz y tranquilo por haber optado por la muerte en vida. ¿Que eso es difícil de hacer? Nadie ha dicho que ser feliz sea fácil. ¿Qué no te gusta? Pues opta por los cien mil al año. U opta por decir '¡patata!', y sonreirás como cuando te echan una foto.

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