Alguien ha dicho en el siglo pasado, antes de llegar los grandes desengaños, que el proletariado se saldría con la suya porque tenía la virtud de reproducirse como las moscas, mientras los burgueses lo hacían muy lentamente, como los elefantes. A estas alturas del siglo ... XXI, si nos fijamos en algunas revistas del corazón y ciertos programas televisivos, que el sociólogo y politólogo Maurice Duverger llama cretinizantes, parece que los vientres proletarios han dejado de alumbrar, y quienes se multiplican son los que andan por los balcones del famoseo. Los que aguantamos todavía el tiempo, nos parece que fue hace cuatro días cuando sus padres se emparejaban y desparejaban, y nos daban noticia de los partos y demás dolores. Hoy ya son sus hijos o sus nietos de los que hay que ocuparse, en un universo donde se le da voz a la Tamara, para que comunique sus simplezas, y el Froilán y la Victoria Federica que se humanizan en discotecas y saraos. O que Paquirrín y Rociito nos cuenten sus vidas ejemplares.
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En Francia deben de tener un problema parecido, con una juventud que está a su aire y otra que tiene el cerebro enrarecido por las costumbres y las religiones de sus ancestros. Por eso, ya en el programa electoral Emmanuel Macron propuso el servicio militar obligatorio, con tres o seis meses, ellos y ellas, a sus órdenes y cuerpo a tierra. Un efecto para conseguir lo que el presidente francés llama 'la cohesión nacional'. Y antes de decir qué horror y empezar a llamarme facha, consulten y lean y verán que la medida la apoya Melenchon, de extrema izquierda, y Le Pen, extrema derecha; porque allí, independientemente de ideologías todos los mítines políticos terminan con 'vive la Republique' y 'vive la France'.
Suecia, Noruega, Finlandia y Austria tienen servicio militar obligatorio, Francia lo va a imponer y Alemania lo está estudiando. En fin, qué bonito sería poner a los Trinitarios a las órdenes del sargento Bragado. Y a la marquesita griñona al lado de la gitanilla del Sacromonte. Tres meses y tres meses, sacando pecho y con paso firme.
Todos y todas, haciendo justicia a los antepasados, a los pobres, en todas sus acepciones del diccionario, que tuvieron que ir a luchar a la guerra de Cuba y luego a la de África, mientras los ricos entregaban una cantidad de dinero y se quedaban en sus casas. Todos iguales, por la igualdad de los petates y colchonetas durante seis meses. Aunque luego cada mochuelo se vaya a su olivo.
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