Cuando les pasaba a otros

Despacharle a las autonomías el peso de la pandemia ha permitido a la política española dedicarse a otros quehaceres. Gracias a ello, el Gobierno ha podido demostrar de nuevo lo mucho que separa a sus socios, ocupados en medir, cuando no en cuestionar, la calidad de la democracia española. Pablo Iglesias ha dejado claras sus diferencias con Pedro Sánchez en asuntos como la violencia desencadenada por la orden judicial de entrada en prisión de Pablo Hasel. Empeñado el vicepresidente en jugar la carta política, el líder socialista ha podido seguir el juego con su perfil más moderado e institucional. Pero el foco de la actualidad no les ha pillado hablando de la pandemia, ni siquiera de problemas en los que la competencia está tan clara como la gestión de las residencias, un asunto con el que hace unos meses el Ejecutivo se rasgaba las vestiduras. Tampoco se han prodigado en exceso en valorar la irregular marcha de la vacunación. Ni se lo ha exigido el principal partido de la oposición, ocupado como anda en el ingenuo intento de tapar su debilidad con una mudanza. Hubo un tiempo en que esta política nos habría preocupado, cuando les pasaba a otros.