Secciones
Servicios
Destacamos
La vida y pensamiento de Wifredo Pareto da para mucho, es muy ilustrativa y muchas de sus ideas están muy vigentes en la sociedad española. Aunque nacido en París en 1848, era hijo de un comerciante genovés y pronto se trasladó junto a sus padres ... a Italia, donde desarrolló su polifacética carrera en ámbitos como la economía, la ingeniería, la sociología o la historia. Destacado consultor industrial, Pareto siempre se preocupó por la bisagra que se forma entre economía y política, ya que ahí es donde se cuece todo.
Posteriormente, Pareto se estableció en Suiza y estando en la Universidad de Lausana formuló su curiosa observación de que en la vida se cumple muchas veces lo que denominó como 'la regla 80-20', que traducido quiere decir que en muchos países el 20% de la población ostenta el 80% de la riqueza, mientras que para el otro 80% queda solo el 20% restante. Esa misma idea es extrapolable a infinidad de campos ya que, por ejemplo, en muchas empresas aproximadamente el 20% de los clientes suponen el 80% de la facturación o el 20% de los distintos productos inventariados suponen el 80% del valor total del stockaje. En España, en el campo laboral la cosa no difiere mucho del 20-80 de Pareto, ya que en torno al 30% de los españoles sostiene al otro 70%. Otra aportación de Pareto fue su concepto de 'curvas de indiferencia', muy usado en la Teoría Económica, entendido como una representación gráfica en la cual distintas combinaciones de bienes producen la misma utilidad al consumidor.
Pero quizá el concepto por el que Pareto es más conocido es por la situación que se conoce en su honor como 'óptimo de Pareto', entendido como aquel equilibrio en el cual un individuo no puede mejorar su posición sin empeorar la de otro. Esa misma idea fue muy usada también en el concepto de 'frontera de las posibilidades de producción', que representa el máximo productivo que una sociedad puede alcanzar, dado que hay siempre recursos limitados. En una sociedad como la española, aquejada de un permanente paro lacerante, es obvio que estamos muy lejos de dicho 'óptimo de Pareto', y es obvio también que estamos desperdiciando recursos de forma lamentable. Cuando en un país a lo largo de décadas existe un paro endémico, solo hay dos explicaciones. La primera es que sea mentira, o sea, dicho de otro modo, que realmente no haya tales parados, porque haya una gran economía sumergida o que haya mucha gente que realmente no quiere trabajar y figura inscrito como demandante de empleo. La segunda explicación es que el mercado de trabajo no funciona correctamente debido a dos problemas. El primero, que una legislación laboral artrítica y falsamente protectora impide el pleno empleo y el segundo, que hay un flagrante y clamoroso fallo del sistema educativo, que impide que haya encaje entre las características y conocimientos de los trabajadores y lo que el mundo laboral requiere.
Para Pareto la historia era un «cementerio de aristocracias», y la clase política era un ejemplo más. Una clase política a la que él detestaba y a la que despellejaba con sus críticas lacerantes, pasando por todo el arco político (desde el socialismo al fascismo) y a la que, en ocasiones, no dudó en calificar como «aristócratas del bandidaje».
Pareto fue un firme defensor de la búsqueda de la eficiencia económica mediante mejoras en la productividad y mediante sistemas de intercambio comercial que permitiesen a todas las partes mejorar su posición, y sus ideas dieron lugar a un concepto muy estudiado en Economía como es la famosa 'Caja de Edgeworth-Bowley', en honor a dos economistas franceses cuyos apellidos bautizaron dicho modelo, el cual pretende buscar sistemas de intercambio en los que ambas partes salgan ganando. Algo que parece difícil en la sociedad española donde todo, absolutamente todo, está reglamentado y limitado y donde los grados de libertad son cada vez más reducidos. Aquí solo crecen la burocracia y la deuda pública.
El principal problema que tiene España, es que ha anidado una mentalidad en la cual se supone que la clase política ha de actuar de salvadora de una población que necesita ser tutelada en cualquier parcela de la vida, porque no sabe lo que es bueno para ella. Y para eso está la clase política, para limitar sus libertades, para decirle todo lo que no puede hacer, cómo debe pensar y para abrumar al tutelado con una burocracia invasiva, a la vez que se le regalan pequeñas dádivas, después de rellenar telemáticamente centenares de formularios. Pero a la vez al tutelado se le dice que es más libre que nunca. Y... algunos se lo creen.
Y para aquel que no quiera comulgar con ruedas de molino, le espera la situación reflejada en un capítulo de los ahora denostados 'Simpson', en el cual había un detector a la entrada de un edificio público que se accionaba cuando pasaba algún individuo que suponía un peligro para la colectividad. La alarma activaba un rótulo que ponía: 'Danger. Citizen with his own mind', o sea, 'Peligro, ciudadano con pensamiento propio'. Es decir, realmente, un ser muy peligroso.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Nuestra selección
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.