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Sobre el presupuesto que se aprobará en la Junta General del Principado llama la atención lo siguiente. Constituye el más alto de la historia -5.968 millones de euros- en el contexto de una Asturias menguante. Es decir, somos menos (bajamos del millón de habitantes) ... y, sin embargo, tenemos una Administración cada vez mayor. En concreto, que tiene un 31,9% más de gasto si lo comparamos con las cifras prepandemia de 2019. ¿Significa esto que los asturianos demandamos más servicios? Sí, claro, como corresponde a una sociedad envejecida. De hecho, es la partida dedicada a Sanidad la que se lleva el trozo principal de la tarta con 2.126 millones de euros destinados a la consejería de Salud. Un monto total de gasto sanitario por habitante cifrado en 2.000 euros anuales, lo cual para nuestros gobernantes siempre es motivo de orgullo y no de reflexión. A la postre, una Asturias más joven no necesitaría destinar tantos recursos a una partida que crece casi de forma exponencial. También debemos preguntarnos si una comunidad en el furgón de cola del crecimiento (informes de Hispalink y BBVA Research) puede permitirse seguir aumentando su tamaño. Es decir, este ejercicio se ha logrado cuadrar las cuentas en base a dos premisas. La primera, los famosos fondos europeos que lloverán sobre nuestro paraíso natural como el orbayu y la segunda, una intensa subida en la recaudación tributaria debido a la elevada inflación. En otras palabras, los impuestos que pagan de forma mayoritaria la clase media y que no se han querido deflactar. Premisas, como digo, que no servirán para el futuro por dos razones. Algún día se acabará el maná europeo y los tres o cuatro que todavía trabajan dirán basta.

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