![La paradoja de Fermi](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202104/26/media/cortadas/tribuna-kamH-U140168364268S9H-1248x970@El%20Comercio.jpg)
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En 1950, durante una comida en el laboratorio de Los Álamos, Nuevo México (el lugar donde se desarrolló la bomba atómica), el físico Enrico Fermi dijo una frase que se haría famosa: «¿dónde está todo el mundo?». Fermi se refería a lo extraño que era ... que no hubiéramos tenido nunca un contacto con extraterrestres, desde el momento en que, dada la probabilidad, tenían que existir civilizaciones mucho más avanzadas que la nuestra que hubieran resuelto el problema del viaje interestelar. En los años sesenta, un astrónomo llamado Frank Drake retomó la pregunta del italiano y creó la Ecuación Drake, que nos daba una estimación de los planetas potencialmente habitables, cuántos podrían haber desarrollado vida tecnológica y cuánto tiempo pueden durar las civilizaciones avanzadas.
De ahí en adelante, ha habido muchos intentos de explicar por qué los marcianos no han aparecido, siquiera para hacer una 'aceifa', las antiguas y clásicas cabalgadas para saquear. Unos dicen que la Tierra está en una especie de cuarentena galáctica, porque los alienígenas consideran que sería disruptivo para nuestro mundo. Otros que estamos demasiado lejos de ningún planeta habitado (Alpha Centauri, el sistema estelar más cercano, está a 4.367 años luz), o que esas civilizaciones se han destruido a sí mismas, como nosotros hemos estado a punto de hacer en un par de ocasiones. Algunos aseguran que los extraterrestres ya han estado aquí y que han dejado huellas de su paso, como las líneas de Nazca. El caso es que nadie ha asomado las antenas, eso si las tienen, porque las especulaciones acerca de su apariencia también han generado ríos de tinta. Puede que ni siquiera tengan relación con la química del carbono, pero, en todo caso, se habrá producido una selección natural que, dependiendo de las condiciones de los respectivos planetas, podrán generar desde un Mr. Potato a un ave del paraíso que recite a Lope. Y si los 'hombres verdes' son más que las simples bacterias que muchos científicos dicen que encontraremos en los nuevos planetas, y si son no solo más inteligentes que nosotros, sino extremadamente más inteligentes, entonces habrá que ver el jardín donde estaremos metidos. ¿Qué tipo de valores éticos tendrán?, ¿aceptarán ramas de olivo?, ¿podremos discutir siquiera alguna clase de estatuto legal para nosotros?
El primer planeta que giraba alrededor de un sol fue descubierto en 1995 por astrónomos suizos, en la constelación Pegaso. El lugar no era habitable, pero era un paso adelante. Tras lanzarse el telescopio espacial Kepler, en 2009, en solo seis años descubrieron miles más de este tipo de planetas. Y cuando finalizó su tiempo operativo, en 2018, había sacado a la luz cientos de miles más. Tras el análisis de los datos del Kepler, los científicos echaron cuentas y les salieron, únicamente en la Vía Láctea, alrededor de cuatro billones de soles, y entre 1,5 y 2,5 billones de planetas que podrían albergar algún tipo de vida. No sabemos cuántos de los mismos podrían ser habitables, pero, aunque fuera una fracción pequeña, las cifras continuarían siendo de millones. Repito, eso solo en nuestra galaxia: demasiados como para que no haya alguien ahí fuera. De hecho, en la NASA creen que en los próximos 20 años encontraremos evidencias de algún tipo de vida más allá de la Tierra. No es una cuestión de 'si' existe, sino de 'cuándo' la encontraremos.
En 2017, un astrónomo canadiense, Robert Weryk, descubrió un objeto que se desplazaba a cuatro veces la velocidad de los asteroides que habitualmente pasan cerca de nuestro planeta. Tenía el tamaño de un edificio, pero su forma era extraña: alargado, como un gran cigarro, y su movimiento no era elíptico, sino en línea recta. Lo bautizo como 'Oumuamua', que en idioma hawaiano significa 'explorador'. No había una explicación concreta para aquel fenómeno tan excepcional. La velocidad que desarrollaba el objeto no podía ser debida más que a algún tipo de propulsión, y los telescopios tampoco encontraban la cola característica de los cometas, que dejan tras de sí un rastro de vapor de agua o polvo. Era algo nunca visto. Las teorías para explicar a Oumuamua fueron siendo descartadas una tras otra, hasta que un astrofísico de Harvard, Avi Loeb, recordó la máxima de las novelas de Sherlock Holmes: «Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad». Según el sabueso inglés, aquello no era un objeto interestelar, sino algo hecho por una civilización extraterrestre. De inmediato, se produjo un intenso debate. En concreto, ¿cuál era la teoría de Loeb?
El señor Loeb defendía que era un objeto que podía ser el equivalente a un coche abandonado, que flotaba en el espacio, o bien, una sonda perfectamente operativa, que había sido enviada para echar un vistazo a la zona. Entre ambas, Loeb se decantaba más por la segunda posibilidad. Como ya hemos dicho, la polémica estaba asegurada. Algunos científicos se quejaban de los fuegos artificiales encendidos por Loeb, que les obligaban a ellos a echar para atrás lo que solo eran especulaciones. Este contraatacó preguntando cómo era posible que el objeto fuera en línea recta, y en algunos casos, cambiara de dirección; asimismo, defendió que 'Oumuamua' solo podía ser propulsado por energía solar, lo que implicaría un diseño, construcción y lanzamiento por una inteligencia extraterrestre. Sus contradictores se revolvían recordando la frase de Carl Sagan, «afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias», cosa que Loeb no acababa de tener, aunque devolvía la pelota acusándoles de excesivamente conservadores, de no echarle coraje. Como pueden comprender, y hasta que no aparezca una nave del tamaño del Bernabéu sobre alguna ciudad, la zapatiesta será inacabable.
Yo pienso que algo tiene que haber, que no estamos solos. Y si Kipling escribía «y qué saben de Inglaterra los que sólo conocen Inglaterra», quizás, con un poco de suerte, vengan en son de paz y nos enseñen a conocernos mejor. Es una esperanza, tan válida como la desesperación.
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