Diez años después de convertirse en un fiasco, el tren 'Fabiolo' servirá para ampliar la interesante colección del Museo del Ferrocarril. Debía entrar en servicio en el año 2011 para conectar Arriondas y Ribadesella con un nuevo tipo de convoy ultramoderno y ecológico, propulsado por ... hidrógeno. La prueba sobre raíles de los avances de la investigación española acabó aparcada antes de su inauguración porque el millón y medio de euros que se gastaron Renfe y el Principado no alcanzó para ofrecer una propulsión de garantías. Sobró ilusión y fallaron las pilas. Tampoco ayudó lo que parecía una frivolidad, financiar un proyecto tan vanguardista en una compañía ferroviaria que las pasa canutas en Asturias para que sus trenes circulen sin descarrilar. El tren fabricado en Bélgica y bautizado en honor a la reina Fabiola solo sirvió para que el Principado pasara vergüenza en el Parlamento regional ante las exigencias de la oposición de que justificara el dinero invertido en algo que se veía como un capricho pretencioso. Esta semana, Isaías Táboas, presidente de Renfe, visitó el tren del Sella que nunca llegó a circular. En el acto, el honor de 'Fabiolo' fue presuntamente restituido y su ejemplo reivindicado como la demostración «de lo que se puede hacer».
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Renfe, que promete modernizar una flota a punto de colapsar en Asturias, quiere que las energías limpias impulsen sus trenes en el futuro para acabar con las locomotoras diésel que circulan por los tendidos no electrificados. A diferencia de hace diez años, cualquier vehículo de hidrógeno cuenta con todas las bendiciones de la Administración y gigantes como Toyota se pelean por liderar la fabricación de las nuevas baterías para los trenes de cero emisiones. Con trenes y pilas, ya solo queda desarrollar la producción de energía limpia y, sobre todo, las infraestructuras necesarias para abastecer las importantes flotas de trenes y autobuses que Europa ha prometido financiar para conseguir la descarbonización del transporte público. Al final, resulta que 'Fabiolo' aún puede quedar en la historia como un incomprendido adelantado a su época. Pero no dejará de ser un símbolo de cómo hacer las cosas a destiempo y, sobre todo, un ejemplo más de la endeblez de los planes de la Administración, empeñada a veces en construir casas sin cimientos. No estaría mal que algunos heraldos de la política europea se dieran una vuelta por el Museo del Ferrocarril. La visita merece la pena. Aprender que circular sin frenos y pasarse de frenada suelen acabar en lo mismo, también. Ahí tienen a 'Fabiolo'.
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