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Parábola. Dos parejas arriban a una islita deshabitada, la típica y paradisíaca de las películas. En la isla y en su entorno hay de todo, basta con alargar la mano o lanzar un anzuelo al agua. Las dos parejas viven felices y contentas, pero por ... dejarse llevar por el instinto reproductivo que impele a todo ser vivo, pronto empiezan a traer al mundo hijos y nietos que en pocos años multiplican por cien las necesidades de aprovisionamiento. Y a partir de ese momento los limitados recursos se agotan, y el paraíso pasa a transformarse en un infierno de carencias. Pues esa es la parábola del mundo actual, ya que los demógrafos de la ONU auguran que en noviembre la Tierra alcanzará los ocho mil millones de habitantes, en continentes que ya ni contener pueden su contenido. Si alguien decide acercarse a un remedo visual de tal parábola, escriba en internet 'Migingo', y verá una islita sita en el keniata lago Victoria que es el reflejo caricaturesco y mínimo de la que nos espera, que al lado de Migingo las favelas brasileñas semejan chalés de lujo. No es extraño que haya africanos que opten por huir aun jugándose el cuello. Lo que deja claro que la clave de un futuro venturoso reside en el decrecimiento de la masa demográfica, cosa bastante improbable ya que el furor genésico es droga que provoca casos como el de la ugandesa Mariam Nabatanzi, 40 años, 45 hijos y 16 partos. Aunque haya partidarios de un 'neobabyboom' que deploran que la escasez poblacional pueda ser un trastorno letal porque disminuirá la fuerza laboral disponible. Otro motivo que acelera el caos es aquel mandato bíblico de 'creced y multiplicaos', inscrito en el subconsciente ideológico de muchos fieles, salvo la gloriosa excepción de ese ex obispo solsonense que acaba de ser padre de gemelos. Lo evidente es que el planeta se deteriora cada día un grado más. Los mares son charcas inmundas de aguas preñadas de algas tóxicas, medusas picajosas, pises y cacas, o si no, mira la nauseabunda cloaca del Mar Menor. El aire arde, se hace mefítico, la tierra, yerma, cordilleras de basuras, y a pesar de ello hay quien no para de parir para que siga la macabra fiesta demográfica. Cuando la lógica de cualquier buen superviviente indica que la ruta a seguir es la vasectomía, el condón, la ligadura de trompas y similares, ligadura que no es a la que alude Manolín cuando alardea de que él suele ligar una trompa con otra. Y sepan que la parábola del principio no es una fábula vacua y fantasiosa, ya que la dura realidad está convirtiéndola en la funesta profecía de una amenaza real e inminente. Y cuando en esta nuestra isla planetaria ya no se quepa, asistiremos a bárbaras disputas por ocupar cualquier angosto espacio que permita sobrevivir. Pues ya se sabe que la vida es un Everest y una batalla.
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