Anoxia es palabra derivada del grieg: 'an' es 'sin', y 'oxys', 'oxígeno'. La falta de oxígeno para respirar se dice en castellano anoxia. El cerebro, músculo de la inteligencia y piloto de un aparato anatómico que consume el 20% del oxígeno que metemos por nariz ... y boca, se encarga de avisar de su falta. Si no le entra aire, se queja de hipoxia, de anoxia, y también de asfixia, que de eso puede uno morir. Como han muerto los peces de La Manga del Mar Menor, albufera murciana de agua salada, separada del mar Mediterráneo por un cordón litoral de 22 Km., que harta de absorber vertidos y heces sin depurar o filtrar y de que no le renueven sus aguas, ha dicho que sanseacabó y se ha muerto. Ahora es una inmunda y pestilente charca, coloreada en marrones por algas putrefactas, repleta de hediondos cadáveres de la fauna marina que han sucumbido a la irrupción de pesticidas, fertilizantes y aguas residuales, y que hoy oficia de parábola y referente universal de la que se nos viene encima en este planeta al que el hombre desprotege.
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Además, eso no queda ahí. Por si no bastaba con la acumulación de abigarradas urbanizaciones costeras que vierten mierda sin parar, por si no bastaran los desagües de aguas tóxicas provenientes de los sembradíos de la huerta murciana, está también el Mediterráneo, el mar más contaminado del mundo, otra charca infecta en donde los peces ya se han acostumbrado a mascar bolsitas de plástico porque no hay otra. Basta con poner un pie en Tarifa e inhalar allí rachas del viento levante, para recibir en pulmón y rostro una bofetada de roña, polución, mugre, cochambre e inmundicias procedentes de los numerosos países ribereños que cada día vierten sus desechos a ese mar por tuberías clandestinas. Sin depurar, claro, a no ser que alguien piense que Argelia, Marruecos, Albania, Siria, Egipto, Libia, Croacia o la propia Italia, o Turquía van a gastar dinero en instalaciones de saneamiento, con lo barato que sale esparcir porquería, basura y plásticos mediante método de 'ahí va eso'. Sumen luego el deterioro natural que causan los millones de habitantes de las urbanizaciones de costa, el turismo desmadrado, el flujo de barcos, e incluso el cierre perimetral que la geografía ha usado, hablo del Estrecho de Gibraltar, para impedir la higiene de esa inmensa ciénaga infecta y, ¿qué queda? Ajo y agua. La catástrofe de La Manga murciana suena a daño menor. Pero es el boceto, el esbozo, la maqueta y la parábola del porvenir que le espera a este muestro planeta azul, pronto rojo de anoxia.
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