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La cumbre del clima celebrada en Egipto fue una pantomima. Finalizó con acuerdos mínimos, salvo la creación de un fondo de compensación para los países más afectados por el cambio climático. Si a estos pobres resultados sumamos el modo de protestar de los activistas climáticos, ... que arremeten contra obras de arte famosas, entonces obtenemos una pantomima más una pataleta. Las protestas de los activistas me recuerdan una viñeta de un libro de ética, con dos individuos con crestas de colores (punkis antañones) que beben una litrona de cerveza sentados en el banco de un parque. Le dice uno al otro: «Esta sociedad es una mierda y terriblemente injusta, ¿qué te parece si quemamos algún contenedor de basura como protesta?». Si para llamar la atención, al objeto de que desde instancias políticas y económicas tomen en serio el cambio climático e implementen medidas, van a un museo, arrojan salsa de tomate o puré de verduras sobre un cuadro y se pegan las manos a la pared para tener repercusión mediática, hacen lo mismo que los punkis: creen que quemar un contenedor es una forma de protesta. Confunden medios y fines y creen que el fin justifica los medios.
El cambio climático nadie lo niega, salvo negacionistas furibundos, por eso, no hace falta que nos enteremos mediante acciones infantiloides de activistas majaderos. Ya se encarga la tabarra mediático-económico-política de recordárnoslo todos los días y a todas horas. Los dirigentes políticos lo saben y los activistas lo que hacen es publicitar más un relato de sobra conocido por los poderosos. Dejemos en paz las obras de los artistas y la tranquilidad de los museos, no siendo que al final consigan que los museos se conviertan en zonas 'bunkerizadas', con controles y escáneres, y nos impidan acercarnos a ver las obras de arte a menos de metro y medio, se restrinjan las entradas y las colas se hagan interminables, porque se extreman las medidas de precaución.
Lo que hay alrededor del cambio climático es mucho dinero en juego y lobbies muy potentes detrás de la sostenibilidad. Con la coartada de la catástrofe nos están robando, sí, robando y forrándose a nuestra costa. La agenda multicolor 2030 la estamos sufriendo en nuestros bolsillos: carburantes por las nubes, factura de la luz disparada, la inflación desbocada, derramas extraordinarias para pagar el gas en las comunidades de vecinos, etcétera. Los ataques se perpetran en museos de países europeos, que son los que están tomando medidas. Hace unos días irrumpieron en la pista del aeropuerto de Berlín para protestar. ¿Por qué no actúan en India, China y en otros países, donde no se hace nada para paliar la catástrofe? De hecho, Putin, XI Jinping y Narendra Modi, dirigentes de países altamente contaminantes, no asistieron a la COP27, enviaron a sus delegaciones y, viendo los acuerdos alcanzados, podemos concluir que no apuestan por cambiar el modelo contaminante si sus economías se resienten.
Deberíamos movilizarnos para exigir que antes de poner el cartel de lo sostenible se potencien los transportes públicos y los ciudadanos podamos comprar a precios asequibles coches no contaminantes. La gente no cambia de coche y siguen utilizando el viejo, que contamina, porque no sabe cuál va a ser el carburante del futuro. Los coches eléctricos son caros y al precio que tiene la electricidad no parece que sean competitivos; el hidrógeno verde está en proceso de desarrollo; los híbridos a gas siguen quemando gasolina...
¿Estamos dispuestos a cambiar nuestra forma de vida? Podemos empezar por no llevar un móvil en nuestros bolsillos conectado las 24 horas. Las tecnologías de la información se calcula que consumen el 10% de la producción mundial de electricidad, que se triplicará en los próximos años porque los aparatos son cada vez más potentes, aparte de los residuos que generan teléfonos, tabletas, ordenadores y pantallas. ¿Estamos dispuestos a viajar menos por placer? ¿Nos iremos al garete los europeos por abanderar lo ecológico? ¿Sirve para frenar el desastre que unos países apuesten por energías limpias si países hipercontaminantes no adquieren compromisos firmes de descarbonización? En definitiva, las protestas de los activistas climáticos no son más que una pataleta y cargadas de cierta sospecha. Según algunas fuentes consultadas, los activistas de Just Stop Oil, Scientist Rebellion, Extintion Rebellion y Ultima Generazione están financiados por poderosos lobbies que se lucran de las partidas millonarias que los países comprometidos con lo sostenible destinan a la transición ecológica.
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