Paco
CALDO CORTO ·
EUFRASIO SÁNCHEZ
Jueves, 4 de agosto 2022, 03:19
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CALDO CORTO ·
EUFRASIO SÁNCHEZ
Jueves, 4 de agosto 2022, 03:19
La última obra de mi amigo Miguel Ángel Almodóvar que ha llegado a mis manos lleva por título: 'Eso no estaba en mi Libro de ... Historia de la Cocina Española', es una gozada. Porque lo suyo no es solo erudición a raudales, también va acompañada de un sutil sentido del humor. Como cuando cuenta que somos el único país que puede presumir de haber tenido un perro gourmet. Recurriendo a la historia, narra cómo en el Madrid de la Restauración, el de las hambres caninas, hubo un perro que llegó a alcanzar la categoría de gourmet. Su fama empieza en la noche del 4 de octubre de 1879, cuando un grupo de amigos, comandado por don Gonzalo de Saavedra, marqués de Bogaraya, se dirigía al mítico Café Fornos De Madrid, y un perrillo callejero se acercó al noble y empezó a frotarse contra sus piernas. Aquel atrevimiento le hizo gracia, así que, Bogaraya y sus compañeros de francachela convinieron en invitar a cenar al chucho. Entraron en uno de los reservados del Fornos, pidieron una silla para su nuevo amigo, le ordenaron el bistec que había dado fama al local, consistente en un buen solomillo tostado en plancha con mantequilla sobre una picatoste de pan frito y, encima de esta, una loncha de jamón serrano y unas finas láminas de lengua en escarlata. Todo ello acompañado de patatas soufle. El perro lo engulló haciendo gala de los mejores modales a la mesa. Terminada la cena, el marqués pidió champán que virtió en una copa, y con ella dejó caer unas gotas sobre la testuz del animal y dijo solemne: «yo te bautizo como Paco». La humorada se convirtió en afición para el señoritismo noctámbulo madrileño y todos se disputaban el honor de invitar al perro a Fornos, Lhardy o a Casa Labra, y en los días de espectáculo taurino iba diligente a la plaza.
El 21 de junio de 1882, Paco presenciaba una corrida en la plaza de toros de Madrid en la que participaban tres aficionados. El primero en torear fue José Rodríguez, propietario de una popular taberna en la calle de Hortaleza. Paco saltó de improviso al albero, empezando a ladrar y corretear entre las piernas del diestro siniestro quien, asustado y nervioso, le lanzó una estocada que le hirió de gravedad. Sólo la rápida intervención de la fuerza pública consiguió salvarle temporalmente de la acción del inoportuno perricida. El pobre Paco murió a los pocos días. Los taurófilos decidieron levantarle un monumento por suscripción popular. La recaudación fue tal que el recaudador sucumbió a la tentación y escapó con las perras del perro.
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