Las vacaciones, que siempre son fugaces, empiezan a despedirse y las perspectivas del otoño que viene anticipan, como no podría ser menos, las especulaciones políticas. La realidad que espera al otoño y al invierno -con las limitaciones de la energía para empezar- no es nada ... tranquilizadora. La temporada pasada dejó una situación muy compleja y la experiencia de los últimos tiempos si de algo puede calificarse es de preocupante.

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El Gobierno ofrece muchas dudas entre su continuidad con la estructura actual o un cambio rotundo que podría afectar a la coalición que lo integra. Mientras se especula con cambios en los ministros socialistas, los de Podemos continúan queriendo hacerse notar con planteamientos a menudo absurdos, asumiendo a veces el papel de oposición incluso, pero imperturbables, eso por encima de todo, en su objetivo de conservar el puesto.

Los otros socios, entre los que destaca ERC, disfrazan sus crisis internas y simples contradicciones jugando al juego del gato y el ratón entre ellos para mantenerse en una posición ambigua, con la que intentan obtener réditos en una actitud permanente de intentar conseguir prebendas, políticas y económicas, que crean malestar en otras autonomías que no cuentan con recaudadores colocados en puestos parlamentarios clave.

Otra incógnita es la actitud de la oposición, fundamentalmente del Partido Popular, tras asumir su liderazgo Núñez Feijoo. No cabe esperar, como es lógico, que cambie sus planteamientos ni su actitud ante el Gobierno de Sánchez, y menos cuando empiezan a ensayare las estrategias para las elecciones locales y enseguida generales que el próximo año anticipa. Pero sí se abren ciertas esperanzas en que las cambien las formas que nos vergonzaban. Sería un éxito que la actividad política recobre las actitudes de dignidad y respeto perdidas en los últimos tiempos.

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La primera prueba de que algo puede mejorar en las relaciones obligadas entre los partidos de Estado es que se ponga fin a la paralización, a todas luces deplorable, de la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Es incomprensible que la disputa por unos nombres mantenga una crisis en la constitución de uno de los tres poderes del Estado de años y años. Entre cuarenta y siete millones de españoles, de ellos centenares de juristas competentes, ¿es posible que no se puedan consensuar veinte profesionales responsables de asumir la administración de la Justicia?

Otros de los problemas más inquietantes entre tantos como confluyen que esperan al Gobierno, son los económicos y el más apremiante el de la inflación, frente a la que todas las medidas adoptadas hasta ahora para frenarla han fracasado. La inflación está generando un desequilibrio en las economías familiares y en la industria, que tanto influye en el empleo, muy preocupante y desestabilizador. Dicho de otra forma, está aumentando la pobreza y estimulando el desánimo. El Gobierno se ha empeñado en muchas iniciativas elogiables, pero está dejando la duda de que los incrementos en los ingresos fiscales puedan hacerle frente.

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