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Entiendo que el votante o simpatizante de centro-derecha asturiano se encuentre confuso. Más que nada, por lo que está viendo en el partido de referencia de este espacio político, a la postre, el PP. En poco tiempo se han producido tantos cambios que resultan ... difíciles de asimilar. Todo comenzó cuando se puso en cuestión desde la dirección nacional el liderazgo de la entonces presidenta, Teresa Mallada. Una presunta consulta demoscopia sobre los resultados electorales tuvo la culpa. Primero, de que anunciase que no se presentaría a la reelección al cargo y después, de presentar la dimisión. Eso sí, manteniendo la portavocía del grupo parlamentario popular en la Junta. Sin duda, para quien no siga la política de forma habitual pensará que nada ha cambiado. Seguirán viendo a Mallada cada semana en los medios de comunicación como si tal cosa. A todo esto, en Génova le encargan al secretario general, Álvaro Queipo, que ponga el partido en modo electoral. Ahora bien, sin saber a ciencia cierta quién será el candidato. Es decir, puede que el propio Queipo (sería lo lógico) o cualquier otro en esa especie de 'Operación Triunfo' que está montada (incluso alguien externo). Asimismo, parece que el secretario hará funciones presidenciales, puesto que no se ve por ningún lado ese congreso que aclare las cosas. Es más, pienso que la militancia estará contenta al ver que su opinión no aparece por ningún lado. De nuevo, son convidados de piedra y ven cómo Madrid actúa a su bola sin contar con ellos.
Entiendo, digo, que se debe de seguir un orden. Alberto Núñez Feijóo no puede cometer los mismos errores que Pablo Casado en Asturias. O sea, empezar a nombrar candidaturas -en muchas ocasiones auténticos extraterrestres- sin ningún arraigo con quien dicen van a representar. Además, claro, de colocar de forma correcta las piezas en el tablero. Al igual que en el ajedrez, no se puede obtener un buen resultado si todo el mundo está descolocado. Peones, alfiles, caballos, reinas y reyes deben estar en su sitio. Esto es, no puede haber un secretario haciendo de presidente, un candidato sacado de no sé dónde y, encima, elegido por métodos 'dedocráticos'. Refrendado con un «hombre, es amigo mío», tal y como ha dicho el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, sobre el liderazgo de Queipo. En resumen, el PP asturiano no puede fiar sus expectativas al tirón de Feijóo en las Generales. Necesita adquirir su propia personalidad.
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