No hay bien que por mal no venga; a diario la vida, la naturaleza, el azar, abren oportunidades que solo exigen olfato para olerlas, habilidad para hallarse en el lugar adecuado en el momento justo y lucidez para ordeñar la circunstancia. Pasa con la electricidad, ... con el hambre o la reventa de un partido de fútbol; podría pasar con un puesto de heladero en el Sáhara o para alquilar flotadores en el Mediterráneo ante el naufragio humano o, por qué no, para vender veranos a quien lo haya perdido.

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Ahora el volcán de La Palma es la buena nueva que abre un mundo de posibilidades y negocio al... emprendedor.

La ministra de Turismo cree un yacimiento turístico el fenómeno eruptivo-eructivo-disruptivo, el vecino aguililla se gana un pastón pidiendo seiscientos euros por alquilar una cochiquera tras expulsar al antiguo inquilino, sin contar además el servicio prestado, y Lydia Lozano, referente periodístico de la investigación, busca apasionadamente «gente que lo esté pasando mal» para vender su programa-mierda de nombre mesiánico y práctica condenatoria. Quizá pronto nos resulte familiar un negocio de lavaterapia, lava incandescente o plátanos braseados.

Las críticas al modelo económico devienen alabanzas cuando la fortuna te sonríe aun a costa del dolor ajeno. No eres la causa, solo sacas el 'humano' y lógico rédito, pues las espadas se han vuelto arados y las lanzas, podaderas; entonces la crítica se transforma en publicidad de las virtudes del sistema que asienta sus reales sobre la miseria ajena y se sacia gracias al famélico: la necesidad humana se convierte en ocasión pese a ser impuesta y no elegida.

Curioso comprobar cómo todo es susceptible de compra y venta gracias ¡al mercado!; sí, así, entre admiraciones que reflejan la devoción y culto por el absurdo justificado y aceptado.

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