Acualquier apasionado del surf u otros asuntos marinos, le sonará esta ola. Seguramente le habrá pasado alguna vez por encima en días de fuerte marejada, esos días de 'maretón' en los que el agua está para pocas bromas. Una imagen habitual en cualquier costa norteña ... es la de los surferos sentados sobre sus tablas en el pico, que es el punto donde calculan que va a romper la serie. Decenas de bultos de negro neopreno diseminados en las playas, o concentrados en pedreros, entre rocas y cormoranes. Como un cazador al acecho, el surfista aguarda su ración de adrenalina, esos escasos segundos de intenso disfrute que tantas veces justifican largos viajes, madrugones, pacientes esperas, frío, y brazos doloridos de tanto remar.

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Es entonces, cuando estás sentado en tu tabla, relajado y mirando al horizonte, cuando la ves venir, a lo lejos. La ola del día, la 'olona'. La 'rogue wave' u ola traidora según la llaman los ingleses. Una cacho montaña oscura e inesperada que viene hacia ti a toda pastilla con la cresta zumbando, y que en cuanto la ves, te das cuenta de inmediato que ya es demasiado tarde, que te va a caer encima. Te la vas a comer entera. Qué faena. Nuestra amiga te va hacer pasar un mal rato, a ti y a todos los inocentes que están contigo, tan confiados como tú, y disfrutando del día. Pobrecitos. Te va a sacudir de lo lindo, y te va a tener por debajo del agua unos cuantos e interminables segundos, los que ella quiera. Si es la primera vez que te pasa, te va a meter un susto en el cuerpo que te acabará haciendo hasta cierta gracia, pero no ahora. El caso es que no te libra nadie, te llevarás un buen revolcón. Te va a sacar todo el aire que tengas en el pecho, y durante un rato, no sabrás si estás para arriba o para abajo. Si abres los ojos, lo verás todo negro. Saldrás del agua como un perro con el rabo entre las piernas, y abrirás la puerta de tu furgoneta aún cagadito o cagadita, porque eso sí, es muy igualitaria. En tu frío rostro tendrás la cómica risa floja del humillante canguelo. La mar te ha puesto en tu sitio. En cuanto te cambies, vas a salir pitando hacia cualquier bar donde te den algo caliente, y de paso se lo puedas contar a quien sea el que tenga la mala suerte de encontrarse contigo. Mucho más tarde, cuando hayan pasado horas y te halles dormitando bajo una manta, de pronto te saldrá un gran chorro de agua salada por la nariz, como un sifón, y te darás cuenta de que pese a haberte duchado, todavía tienes arena en los oídos y en el pelo. Todo eso forma parte del bautismo de todo surfer que se precie, que yendo a por lana, salió esquilado. La vieja fábula del cazador cazado… Aunque da igual, vas a volver. La terquedad del surfista es muy mala de quitar, a pesar de estos 'afogones' a los que en ocasiones nos somete Su Majestad el Océano.

Por su similitud, creo que la situación que estamos viviendo estos días recuerda a esta 'olona', pese a que esta vez no venga con agua, aunque sí con parecida fuerza. Hasta ahora, hemos pasado lo que los científicos llamaron la primera oleada; luego la segunda, la tercera…y así vamos por la sexta. Pero esta ondulación a la que me refiero no tiene un número fijo, agrupa a todas las demás, y es más potente. Esta viene cargada de hastío, resignación, hartazgo, y desconfianza, y además viene salpicada por la economía. Primero nos contaron que la vacuna era la solución definitiva, y no. Luego nos dijeron eso de 'hemos vencido al virus', y tampoco. La luz a la salida del túnel se ha vuelto a oscurecer. Descolgadas nuestras pancartas de ánimo de nuestras fachadas, y cansados de aplaudir desde los balcones, hemos cancelado nuestros planes, y casi hemos dejado de vernos. La mayoría de nosotros hemos hecho lo que se nos ha pedido, y así seguimos, sin dejar atrás esa dichosa 'nueva normalidad'. No es por ello de extrañar que la gente esté baja de moral.

Según lo veo, la raíz del problema tiene mucho que ver con el otro gran reto al que nos enfrentamos, el medioambiental. En ambos casos, el problema es global, pero los recursos y soluciones cambian por países o continentes. He ahí la horma de nuestro gran zapato mundial, aquí sí que nos ha pillado 'in fraganti' quien nos habla de solidaridad, misericordia, y de amar al prójimo como a uno mismo. En algunos lugares hay vacunas en abundancia e, incluso, quienes teniéndolas, las desprecian, pero en otros muchos, no. Y como nos da por movernos… Del mismo modo, el cambio climático también es un problema de todos, pero la riqueza que lo causa, la pasta, no es para nada global. Es más, cada día está más concentrada en menos bolsillos. Y así, con problemas para todos pero recursos para unos pocos, mal pinta la cosa. De todas formas, es seguro que la olona del virus la pasaremos, y tarde o temprano saldremos a flote, respiraremos de nuevo aire fresco. En cambio, con el problema medioambiental no está tan claro. Hay demasiados intereses en juego, y mucha economía de por medio. Lo del clima suena más bien a 'tsunami', vista su evolución. Pero en esto no hay ni vuelta atrás, ni plan 'B', ni nada parecido. Tan solo cabe esperar que quienes tienen la llave actúen a tiempo, y nos pongamos todo el planeta a remar con fuerza sobre nuestras tablas, no hacia la orilla, porque no la va a haber, sino de frente y directos hacia la pared de esa enorme ola.

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