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Estamos viviendo un punto de inflexión? ¿Vamos camino de un callejón sin salida de la historia, como le sucedió a la Viena de los Habsburgo o a la Berlín de Weimar? ¿Nos dirigimos hacia la anarquía o la tiranía? Estas son algunas de las preguntas ... que se hace Anne Applebaum en su ensayo 'El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo' (Debate). Nada garantiza la perdurabilidad de la democracia, y la historia camina en círculos, pasando por etapas luminosas y otras despóticas. Todo puede representar un peligro para la democracia: la corrección política, el extremismo a izquierda y derecha, la cultura de la cancelación, las políticas identitarias… En el diario que llevó el escritor rumano Mihail Sebastian desde 1935 a 1944 describía la arrogancia de los intelectuales, cómo se iban pasando con armas y bagajes al fascismo, y cómo dejaron de viajar y admirar a Proust para declararse rumanos 'de sangre y tierra'. Ahora vemos a los gobernantes polacos declarar pueblos enteros libres de homosexuales, o a los húngaros utilizar la inmigración como una herramienta para demonizar al otro, controlando la prensa y la función pública. La conspiranoia crece: Soros va a colonizar Europa con musulmanes, hay un complot judío para acabar con los cristianos (revival de Los Protocolos de Sión), todos los inmigrantes son terroristas en potencia… Ya lo dice Escohotado: «La gente ya no quiere estar informada, sino alarmada».
Decíamos que la historia es circular. Ahora en Grecia hay una democracia liberal. Pero a continuación podría subir al poder una oligarquía, o haber un golpe de Estado, o una guerra civil, o una dictadura. Si uno lee a Tucídides, así ha sido siempre. En el libro primero de su 'Guerra del Peloponeso' se puede leer: «si cedéis en esto (los ultimátums de Esparta), al punto recibiréis otras órdenes de mayor importancia, pues creerán que esta vez habéis obedecido por miedo; si, por el contrario, os mantenéis firmes les haréis ver con claridad que es preferible que os traten en pie de igualdad». Ahora los recaditos no vienen de los lacedemonios, sino de los resentidos, de los sedientos de poder, de los intelectuales insatisfechos, de las 'élites purificadoras', incluso de los nostálgicos, como hemos podido comprobar durante el 'Bréxit'. Las mentiras de Boris Johnson y su equipo, la soberbia de un imperio ya inexistente, la irremediable pérdida de influencia en el mundo, la propaganda y los análisis digitales con herramientas como Cambridge Analytica, los secuaces ultras como Nigel Farage y las cegueras de líderes como Cameron. Todo llevó al Reino Unido a una de las mayores cagadas de su historia. Como escribe Svletana Boym en 'El futuro de la nostalgia': «Quieren la versión Disney de su historia y, lo más importante, quieren vivir en ella, aquí y ahora». El objetivo de una Inglaterra que de nuevo 'gobierne las olas' ha devenido en frustración, con todo el peligro que conlleva para una democracia. En un momento dado, hasta se escucharon voces para cortar el presupuesto a la BBC y socavar los medios públicos. Resonaron entonces los ecos de Orwell en su 'Nineteen Eighty-Four': «La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza».
Isaiah Berlin habló de la necesidad humana de creer que, en algún lugar, en el pasado o en el futuro, en la revelación divina o en la mente de algún pensador individual, en los dictámenes de la historia o de la ciencia, hay una solución definitiva. Quizás eso explique por qué numerosas revoluciones liberales o democráticas a partir de 1789 terminaron en desastre. A eso se le une la revolución de los medios, las transformaciones en los modelos de negocio, y que antes la gente podía tener diferentes opiniones, pero los hechos eran los mismos, mientras ahora, hasta los mismos hechos son diferentes. Lo conspiranoico, lo falso, lo tendencioso se mezcla con lo real, y los aluviones de mentiras se mueven con demasiada velocidad para poder realizar una mínima verificación factual. Todo juega en contra: los algoritmos, el miedo, la ira, la polarización y fragmentación de la esfera pública, las crisis económicas y sanitarias, la retórica racista, los modelos políticos obsoletos… Y vuelve a resonar otro clásico, el cardenal Carlo Raffa, coetáneo de Maquiavelo: «Populus vult decipi, ergo decipiatur», «el pueblo quiere ser engañado; que lo sea».
Anne Applebaum nos recuerda que, por muy tranquilos que vivamos, la Historia puede volver a irrumpir en nuestra vida privada y reorganizarla. Y la historia es Vichy, es el Caso Dreyfuss, es Trump, es Mussolini. En Internet, las 'cámaras de eco' llevan funcionando mucho tiempo, y en ellas la gente crea sus realidades particulares al margen de la verdad y los hechos. Tras las pantallas, están individuos como Arnold Becker, vicepresidente de CBS: «No me interesa la cultura. No me interesan los valores que sirvan para construir una sociedad mejor. Sólo me interesa una cosa: si el público mira el programa. Esa es mi definición de lo que es bueno. Y esa es, también, mi definición de lo que es malo». En la actualidad, no son necesarias ojivas nucleares o cañones para desarticular una democracia, basta con el cinismo. Basta con deslegitimar las instituciones fundamentales. Basta con minar los vínculos entre las democracias liberales. Basta con privar a la gente de objetivos morales. La rapidez con que una democracia consolidada se puede convertir en una tiranía es desoladora. No hay nada que no se pueda revertir. Ninguna civilización que no pueda descubrir un día en su limes a Atila y su caballo Othar. ¡América primero! ¡Francia para los franceses! ¡España, una, grande y libre!
Los síntomas están ahí. Las posibles soluciones son lentas, arduas, a veces, muy dolorosas. Pero lo importante es tener los ojos abiertos. Para que estemos alerta, Applebaum cita al escritor Ignazio Silone: «Los regímenes políticos vienen y van, pero los malos hábitos permanecen. Y el peor hábito es el nihilismo, una enfermedad del espíritu que solo pueden diagnosticar quienes son inmunes o se han curado de ella, pero a la que la mayoría de la gente es bastante ajena, ya que cree que corresponde a un modo de ser perfectamente normal: Así ha sido siempre, y así seguirá siendo».
============OP09 SUMARIO opinión (67368397)============
Ya lo dice Escohotado: «La gente ya no quiere estar informada, sino alarmada»
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