Durante el debate sobre el estado de la nación, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dijo que sabía lo que les estaba costando a los españoles llegar a fin de mes. Esto es, centró su discurso en la inflación galopante que venimos padeciendo, señalando a ... la ingente subida de los precios como el principal de nuestros problemas. Sin embargo, las medidas que propuso para nada contribuyen a cortar esta tendencia. Más bien, al contrario. Sánchez planteó dos nuevos impuestos dirigidos hacia las empresas energéticas y la banca. El primero, pretende gravar los llamados 'beneficios caídos del cielo', tanto de petroleras como eléctricas, debido al continuo incremento en la factura. El segundo, incluso tiene más miga. Pretende gravar las futuras ganancias -ojo, no presentes o pasadas- de las entidades financieras ante la subida en los tipos de interés. Desde luego, desconocemos en qué va a favorecer esto que la inflación caiga de los dos dígitos. Digo más, lo más probable es que las empresas acaben repercutiéndolo en el consumidor final, alimentando de esta manera la espiral. Eso sí, el Gobierno ha construido el relato perfecto de cara a su parroquia: los culpables de esta situación son Putin y el capitalismo salvaje. Algo que a la parte morada del Ejecutivo (Podemos) le suena a música celestial. A la postre, es lo que querían escuchar.
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Sin embargo, nada dijo del meollo de la cuestión. Es decir, que es una crisis energética en toda regla y arrastra al resto de los sectores. Mientras en Europa declaran a la energía nuclear o el gas como verdes, aquí seguimos demonizándolas. Mientras se reabren centrales térmicas de carbón como en Alemania, aquí las hemos desmantelado casi todas. Mientras la Unión Europea, en la práctica, ha retrasado el calendario de la transición energética, aquí queremos seguir siendo los primeros de la clase. O sea, depender solo de que haga sol o viento para producir energía, puesto que el tope al precio del gas que se vendió como la gran solución no ha servido para nada.
Todo lo más, el Gobierno nos regala los abonos de transporte en tren y llama al ahorro. Resultado: después de la intervención del presidente, la bolsa ha caído de forma severa. Lo hace al ver que las medidas son para salvar a su Ejecutivo y no a la economía. Entre otras cosas, porque el objetivo fijado está equivocado: la solución no pasa por poner más impuestos a las empresas, ni tampoco a particulares.
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