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Durante el debate sobre el estado de la nación, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dijo que sabía lo que les estaba costando a los españoles llegar a fin de mes. Esto es, centró su discurso en la inflación galopante que venimos padeciendo, señalando a ... la ingente subida de los precios como el principal de nuestros problemas. Sin embargo, las medidas que propuso para nada contribuyen a cortar esta tendencia. Más bien, al contrario. Sánchez planteó dos nuevos impuestos dirigidos hacia las empresas energéticas y la banca. El primero, pretende gravar los llamados 'beneficios caídos del cielo', tanto de petroleras como eléctricas, debido al continuo incremento en la factura. El segundo, incluso tiene más miga. Pretende gravar las futuras ganancias -ojo, no presentes o pasadas- de las entidades financieras ante la subida en los tipos de interés. Desde luego, desconocemos en qué va a favorecer esto que la inflación caiga de los dos dígitos. Digo más, lo más probable es que las empresas acaben repercutiéndolo en el consumidor final, alimentando de esta manera la espiral. Eso sí, el Gobierno ha construido el relato perfecto de cara a su parroquia: los culpables de esta situación son Putin y el capitalismo salvaje. Algo que a la parte morada del Ejecutivo (Podemos) le suena a música celestial. A la postre, es lo que querían escuchar.

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