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Entre todos los que puedo elegir, mi sentimiento ya es de tristeza. Veo al Gobierno español mentir sobre las cifras de muertos, preparar indultos para delincuentes nacionalistas que, una vez libres, volverán a ponernos en jaque. Veo a un ministro de sanidad que abandona el ... barco tras una gestión desastrosa, sin dar explicaciones, enfrentado a las comunidades, más preocupado por colocar logotipos del Gobierno en las cajas de vacunas que en su correcta administración (faltando hasta las jeringuillas). Veo al submarinista Simón entregado a una ceremonia de la confusión, que en cada nueva intervención roza ya el delito contra la salud pública. Veo resignación. Y nunca pasa nada.
Veo a políticos y cargos públicos vacunándose con los 'culillos', haciendo caso omiso de los protocolos que priorizan al personal sanitario y a los ancianos en las residencias, arguyendo excusas de juzgado de guardia. Veo a un presidente parapetado tras el plasma televisivo, que habla en tercera persona haciendo balances triunfalistas una y otra vez, mientras el país roza el colapso. Sesiones de 'coaching' en las que nos compele a buscar nuestra fuerza interior, mientras tenemos una media de 300 muertos diarios. Veo a pacientes covid en los gimnasios y cafeterías de los hospitales, al tiempo que el señor Redondo nos somete a sesiones de 'mindfulness' para vendernos un futuro como si nos vendiera una semana en las Maldivas. Todo va a salir bien, repite, mientras los autónomos se ahogan en sangre. Veo burla. Y nunca pasa nada.
Veo a una sociedad dividida, cabreada, con una discusión pública profundamente polarizada y sectaria. Veo a la política sumida en la mentira, la demagogia y el fariseísmo (porque se trata de fragmentar la sociedad en sectores incomunicados con visiones opuestas, dictaba Steve Bannon, para reconstruirlos con una nueva visión). Veo un abismal falseamiento de la historia, que abre las vías al extremismo y al resentimiento, liquidando la reconciliación conseguida al principio de la democracia. Veo descontextualización, cuentos sentimentaloides, maniqueísmo, silenciamientos, representaciones en vez de realidad. Veo redes digitales que inundan los cerebros de dopamina, favoreciendo que los individuos solo accedan a aquello que les da placer, creando realidades paralelas en las que pueden depositar su fe en cualquier disparate. Veo disonancias cognitivas, que no desaparecerán hasta que seamos capaces de crear una cultura que nos vacune también contra los chutes bioquímicos que nos provoca leer lo que confirma nuestras creencias previas. Veo la degeneración del lenguaje, el vaciamiento de contenido, el puritanismo. Veo las nefastas conductas de siempre encubiertas por palabras diferentes, el doble rasero, la anulación de la ironía y el buen humor. Veo a una sociedad narcotizada. Y nunca pasa nada.
Veo al señor Iglesias, un astuto buscavidas que sueña con nacionalizaciones masivas, el entierro de la Constitución y una diarquía con su señora esposa (ministra Irene Montero: yo nado mucho y, a veces, siento que soy un pez, ¿puedo ponerlo en mi DNI?). Veo cómo habla de «democracia limitada», se erotiza con sistemas plebiscitarios sin controles ni contrapesos y denuncia el exilio de un golpista. Veo su apoyo en ERC y Bildu y todo el que se apunte para extender el uso de las lenguas cooficiales «frente a la imposición legal del castellano», todo sea por avanzar en la «república confederal y plurinacional», en el «derecho de autodeterminación», un mundo en el que todo quisqui, en las Cortes Generales, Justicia, Agencia Tributaria, Seguridad Social, RTVE… utilice el euskera, el catalán, el gallego, el valenciano… Veo su intención, su plan, su mala idea. Veo cómo pervierte el espíritu de la Constitución, y cómo administra, con la connivencia del Gobierno, los procesos de ruptura de Cataluña, Baleares, País Vasco, la comunidad Valenciana, Navarra... Veo impunidad. Y nunca pasa nada.
Veo a 'Travolta' Iceta hacerse cargo de la Política Territorial, un individuo que hace dos telediarios distinguía ocho naciones diferentes, y que estaba obsesionado con enterrar el sistema autonómico para imponer el federalismo asimétrico. 'Ocho naciones' Iceta es el mismo individuo que acabará por ofrecer un referéndum a los supremacistas para que saquen los túper, «si el 65% de los catalanes quiere la independencia, la democracia deberá encontrar un mecanismo para encauzar eso». 'Túper' Iceta es, de nuevo, el mismo anfibio que se mostraba un flamante defensor del 155 tras el golpe, el mismo que vira luego hacia ERC para solicitar los indultos a secesionistas y malversadores. Veo una jeta de mármol travertino. Y nunca pasa nada.
Veo. Claro que veo. Inauditos decretos antidesahucio que aumentan el blindaje de la ocupación. Veo que se creará inseguridad jurídica, que la inversión se irá al carajo, que supondrán un torpedo en la línea de flotación del Estado de Derecho, en cuyo vértice se encuentra el respeto a la ley como base de la convivencia social. Veo un cuestionamiento del principio de propiedad privada, esencial en cualquier economía de libre mercado y garantizado por la Constitución. Veo el delirio. Y nunca pasa nada.
Veo, repito, con mucha tristeza, que aunque me digan una verdad, una sola, yo ya no me la creeré. Que mi confianza en la gente que me tendría que guiar está desarbolada. Que, como escribía Quevedo, mi corazón está lleno de espanto. Que estoy harto de fulleros, demagogos y embaucadores. Que Alexis de Tocqueville ya nos advirtió de lo que pasa cuando la moral pública se degrada, y no es otra cosa que revoluciones (muy pronto).
Veo que llegarán unas nuevas elecciones. ¿Y no pasará nada?
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