![Los nuevos muros](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202108/29/media/cortadas/muros-kf0C-U150368532834avB-1248x770@El%20Comercio.jpg)
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España ha finalizado su despliegue de dos décadas en Afganistán con la evacuación de 2.206 personas. Soldados, diplomáticos y colaboradores afganos que han logrado escapar por un puente aéreo de emergencia de un país invadido para acabar con el mismo integrismo que de nuevo ... lo gobierna. Una operación de salvamento de diez días en la que el Ejército español, demasiadas veces infravalorado por sus aliados, ha demostrado su capacidad para organizar una misión de rescate desde un aeropuerto convertido en la diana de los terroristas suicidas. La eficacia de nuestros militares y el coraje de la embajada española han permitido al presidente del Gobierno proclamar con alivio una «misión cumplida». 102 vidas y 3.500 millones de euros han sido el coste para los españoles de una intervención que, solo después de finalizada, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha definido con realismo: «Se trataba de proteger a Estados Unidos, no a Afganistán». Así de claro. Entramos a la fuerza y salimos en desbandada cuando lo decidió un país que no quiso organizar un repliegue conjunto porque la derrota no cabe en los planes de las superpotencias.
Estados Unidos, por más que proclamara otra cosa, solo fue a una guerra y, paradojas de la historia, se retira igual de humillado que los denostados soviéticos de un país tan devastado como estratégico. El 'Vietnam de la URSS' fue bautizado y celebrado en Washington como el síntoma de una decadencia que acabó por derribar regímenes y levantar telones de acero. La debacle de Kabul ha dejado en entredicho el liderazgo de la Casa Blanca ante unos socios a los que ignoró para salir volando. Con los escombros de una nación desolada, donde solo se han enriquecido los vendedores de armas, los traficantes de opio y los funcionarios corruptos, las potencias del momento se apresuran a construir nuevos muros. Menos perceptibles, pero tan vergonzosos y ávidos de extenderse como sus precedentes. En este nuevo pulso entre Oriente y Occidente, a España le ha tocado un papel de comparsa en el desastre que no le queda más que asumir a regañadientes. Con la fuerza moral que otorga haber cumplido la palabra hasta el último despegue, Pedro Sánchez ha definido la retirada incondicional como una tragedia y un fracaso. Tan evidente y cierto que solo merece la pena recordar los muchos errores de los que aprender y a quienes dieron su vida porque les pedimos que fueran allí a defendernos. Olvidar sería la mayor derrota.
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