La derecha asturiana, y el PP en particular, han sufrido un seísmo esta semana al hacerse público que la dirección nacional busca un líder para la organización asturiana y al producirse un cambio de postura con respecto a Álvarez-Cascos, que pasa de villano a ... aliado.
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Ambas novedades se pueden explicar. Los sondeos sobre las elecciones autonómicas sitúan al PP en torno a los diez escaños, así que toca mover el banquillo. En cuanto a Cascos, mantiene una excelente relación con Núñez Feijóo, justo lo contrario de lo que ocurría con Rajoy. Se dan las circunstancias para que la dirigencia de Feijóo imprima en Asturias un cambio de rumbo, que pasa por no volver a cometer los errores que lo llevaron a la irrelevancia. Hay que conocer el pasado para no repetirlo.
Partamos de obviedades: la FSA gobernó durante casi cuarenta años por los errores, rencillas y debilidades del PP asturiano. Los presidentes socialistas no tuvieron oposición.
Solo en dos ocasiones logró la derecha formar gobierno. En 1995, con Sergio Marqués, y en 2011, con Cascos. Las dos ocasiones se frustraron. Lo verdaderamente inaudito es que el PP fue el culpable de ambas catástrofes. En la primera el aparato del partido, con Cascos a la cabeza, quebró el Gobierno de Marqués; en la segunda, el PP se alió con el PSOE para bloquear al Gobierno de Cascos. Llegaron a aprobar una iniciativa parlamentaria que le quitaba al Principado las competencias sobre el sector público. Lo nunca visto.
Cascos cometió grandes equivocaciones que le hicieron perder crédito entre el electorado, pero estaba sentenciado desde que salió investido. Los diputados del PP se limitaron a cumplir las órdenes de Rajoy. No quería que se asentara como barón de la derecha asturiana, en sintonía con Esperanza Aguirre y Núñez Feijóo.
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Lo que importa es el impacto de las dos catástrofes en el electorado. De la primera, acontecida en 1998, tardó en recuperarse trece años. De la segunda han pasado once y la tendencia al voto del PP se mantiene en niveles mínimos.
A mi entender el dato electoral más revelador es la incapacidad del PP para captar a los votantes de Foro que huyeron en masa de ese partido. En los comicios de 2011 Foro obtuvo 16 diputados y el PP logró 10. En las elecciones de 2019, Foro solo sacó 2 escaños y el PP siguió con 10. Ninguno de los catorce escaños que perdió Foro, en su pronunciado declive, fue a parar al PP. Fracasaron los experimentos realizados con Isabel Pérez Espinosa, Mercedes Fernández y Teresa Mallada.
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Dos de ellas (Espinosa y Mallada) fueron encumbradas por el dedazo de Génova, con lo que su legitimidad siempre fue muy limitada.
Adrián Barbón recuerda los días impares que él lidera por mandato de dos congresos socialistas. Los días pares pregunta por el congreso del PP, para el que nunca hay fecha. Por si el retraso fuera pequeño, desde Génova dicen ahora que no es urgente, que lo prioritario es encontrar al líder adecuado.
Las crisis de la derecha posibilitaron la hegemonía de la izquierda. El PP tiene una representación parlamentaria que apenas alcanza el 50% de la que poseía antes de los fracasos. El Ayuntamiento de Oviedo es el único bastión fuerte, con el alcalde, Alfredo Canteli, aspirando a la mayoría absoluta para un segundo mandato. Es una excepción. Basta decir que el PP tiene menos alcaldes que IU para darse cuenta de su debilidad territorial. En el Parlamento se da una anomalía: cuatro grupos se reparten el electorado de la derecha. El sistema electoral penaliza la división del voto, así que es lógica la estrategia expuesta por Miguel Tellado, vicesecretario general de organización: «Hay que aglutinar el centro-derecha lo más posible».
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En la actualidad hay dos partidos en situación precaria, Ciudadanos y Foro, que podrían formar parte de candidaturas amplias. En caso contrario, lo más probable es que pasen a la condición de formaciones extraparlamentarias. Ambos grupos han sufrido un abandono generalizado de afiliados, por eso Tellado dice que «hay más Foro fuera de Foro que dentro de Foro». La sintonía con Cascos se enmarca en ese escenario. En cualquier caso el protagonismo de Cascos en la reorganización de la derecha, o en la colaboración con el PP, está a expensas de que resuelva el asunto de la imputación por apropiación indebida que está a la espera de la celebración del juicio oral.
La concentración del centro-derecha es una operación política que desborda la política autonómica y entra de lleno en la esfera local. Hace unos días, Carmen Moriyón, en una visita a la Feria de Muestras, no descartaba la posibilidad de volver a ser candidata a la Alcaldía de Gijón. No se trata de una 'boutade', es una posibilidad que se baraja desde hace más de un año en los ambientes políticos. De ser cabeza de cartel lo haría al frente de una candidatura amplia que incluyese a la gente del PP y de Ciudadanos. De todos los rivales que puede tener Ana González -en el caso de que supere el trance de las primarias-, nadie más molesto para quitarle votos que Carmen Moriyón, una alcaldesa que redujo drásticamente la deuda, aumentó el gasto social y no protagonizó escándalos.
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Con el Ayuntamiento de Oviedo en buenas manos y Moriyón en Gijón, al PP de Núñez Feijóo le falta por acertar con el candidato a la Presidencia del Principado. Basta con repetir la operación de hace cuatro años con Canteli: lo que no hay dentro se busca fuera.
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