Los últimos años han sido prolíficos en introspecciones sobre tendencias sociodemográficas casi olvidadas. El primer aldabonazo, 'La España vaciada', sobre el despoblamiento rural. El sociólogo Sergio Andrés Cabello, en 'La España en la que nunca pasa nada', aborda la crisis de nuestras ciudades medias, a ... medio camino entre la rural que se vacía y la pujante de las grandes metrópolis. Podríamos sumar 'Feria', de Ana Iris Simón o, con una perspectiva más micro, 'La España de las piscinas'. Son obras escritas por autores en la treintena o la cuarentena que, al socaire de las crisis que vapulean a los de su generación, componen un paisaje que, en ocasiones, parece traslucir cierta nostalgia de un pasado desconocido que siempre fue mejor.

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No son, sin embargo, asuntos nuevos. En 1953, desde una perspectiva más técnica, el premio Príncipe de Asturias Román Perpiñá publicó su hoy casi olvidada 'Corologia', donde analiza la evolución de la población española entre 1900 y 1950, prediciendo que la población se concentraría en siete grandes núcleos urbanos, coincidentes con el inicio y final de las grandes carreteras radiales: Madrid, Bilbao, Barcelona, Valencia, Sevilla-Cádiz, Lisboa y Vigo, tendiendo el resto de la península a despoblarse. Apenas se equivocó. No previó el impacto del turismo en ciudades como Málaga, ni los de la planificación indicativa sobre ciudades como Burgos, Huelva, Valladolid-Palencia o incluso, nuestro Área Central, a la que iniciativas públicas como Ensidesa o Silvota aportaron cierto dinamismo. Tampoco la creciente importancia de las administraciones y los servicios públicos, que darían aire a muchas capitales regionales y comarcales con sus consejerías, hospitales, delegaciones territoriales, etc.

La tendencia al vaciamiento de la España no urbana es, por tanto, un fenómeno secular, de largo recorrido, con altos y bajos en su camino y sólo detenido a veces por fenómenos metropolitanos, como Guadalajara, Toledo o Segovia por Madrid, o Cantabria por Bilbao. Es un fenómeno, además, compartido en mayor o menor grado con casi todas las naciones, si bien con matices diferenciadores, como la densidad de población, lo acusado de la despoblación o la diversificación económica de sus territorios no urbanos.

Con todo, quizá el rasgo más novedoso de los últimos años sea el que apunta Cabello, la pérdida de población de algunas ciudades medias. Pudiera ser un fenómeno embrionario y coyuntural consecuencia de las crisis -financiera y covid- pero también estructural, al albur de los impactos de las TIC en el consumo o las administraciones públicas. Durante los últimos 20 años las grandes áreas urbanas de España crecieron un 18%, las pequeñas un 20% y la España rural lo hizo en ¡un 1,3%! No parecen malos registros, aunque apunten a desequilibrios territoriales. Sin embargo, durante los últimos diez sí se detecta cierto estancamiento o incluso mermas en ciudades medias y vaciamiento de lo rural. Pero lo más significativo para nosotros, es que la de Asturias es la única gran área urbana sin ganancias poblacionales durante los últimos 20 (o 40) años y la que más pierde en los últimos diez. Y lo hace, además, sin que la provincia o concejos limítrofes de otra comunidad crezcan, como sucede en Bilbao.

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¿Qué está sucediendo? En esencia, el dinamismo demográfico es paralelo al económico. Y, como todos sabemos, Asturias presenta un electrocardiograma económico plano desde hace medio siglo. El problema es que, hasta ahora, Gijón y Oviedo y su alfoz tiraban de la región. Y han dejado de hacerlo.

Alarma Oviedo, que ha pasado de locomotora a freno. En la pasada década perdió, por vez primera, empleo. Y en todas las ramas. En la industrial, como sucede en Gijón, pero también en el comercio, las finanzas o las administraciones públicas, justo aquellas que siempre tiraron de la economía capitalina: en 2011 suponían casi un tercio del empleo del concejo. Suben, por el contrario, y por este orden, el trabajo doméstico, los técnicos y profesionales, así como los dedicados a la educación. Con frecuencia, como autónomos. Gijón apunta tendencias parecidas, pero sin que el comercio ni las administraciones desfallezcan.

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Podría argumentarse que asistimos, especialmente en Oviedo, a un cambio estructural, menos dependiente de las administraciones, la hostelería, el comercio o la industria y la construcción. Pudiera ser. Pero los nuevos empleos no son capaces de suplir los que desaparecen en los sectores claves. Apuntan, además, a empleos precarizados y de escaso valor añadido. Los datos postcovid reforzarían estas tendencias, sumando el declive de la hostelería.

Asturias padece hiperintrospección. También Gijón, Avilés o las Cuencas. Pero Oviedo, no. Detecto, además, un cierto ensimismamiento ciudadano, valorándola como una de las mejores ciudades de Europa para vivir, confundiendo una ciudad supuestamente hermoseada con una ciudad fuerte, con cimientos sólidos que aseguren un bienestar que contrasta con la sangría en su capital humano más joven.

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Un ejemplo de ese ensimismamiento extemporáneo, es la fábrica de la Vega, que con el viejo HUCA y la Fábrica de Gas componen una especie de Detroit local, y algunos usos que para ella se proponen desde instancias diversas: 'fiestódromo', ferial (¿qué futuro tienen las ferias y los congresos?) cuando Asturias ya tiene además uno. ¡Pisos! También se sugieren 'espacios multiusos', propuesta habitual cuando no se tiene ni repajolera idea de qué hacer con un lugar.

La Semana del Arte me permitió visitar, una vez más, la Vega, que asombra por su potencial de transformación urbana y metropolitana. De convertirse en símbolo del resurgir de la ciudad. El que fue su primer gran establecimiento fabril debería dar paso a su primer espacio del siglo XXI. Estableciendo un programa por fases, sólido, cosmopolita, atractivo para propios y extraños, vinculando artes y tecnologías en un marco jurídico sólido y bien dotado -los fondos europeos podrían ayudar- a largo, pero flexible, que reúna a empresas, universidad, instituciones, fondos de capital riesgo... Desarrollando investigación básica y aplicada a sectores clave, desde la alimentación a las TIC. Apoyando el potencial creativo de los jóvenes, atrayendo también a otras ya consolidadas. Un @22, Madbit o PTA a escala, incorporando además la vertiente artística. Creando una marca territorial, catalizador de ilusión ciudadana, aunando voluntades por el futuro de la ciudad y Asturias.

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Dirán que ya existen cosas parecidas en esta Asturias que avanza hacia el pasado. Seguramente. Pero no siempre funcionan. Ni se coordinan. Y es que quizá la clave para Oviedo y, desde luego, de Asturias, resida en un cambio cultural, asumiendo la realidad y actuando en consecuencia, haciendo las cosas de forma distinta a como se han hecho durante el ultimo medio siglo. Y la Vega podría ser el lugar. Porque aquí, cualquiera tiempo pasado, nunca fue mejor.

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