En España, no sólo en Asturias, llamamos 'grandes ciudades' o 'municipios de gran población', desde el primer día de 2004, a urbes de tamaño medio, como son las más pobladas de Asturias. En comparación con las metrópolis de otras latitudes, la exageración, a veces, se ... vuelve un chiste. Pero esa consideración conlleva un distinto reparto de atribuciones, nuevos órganos fiscalizadores y participativos, distritos... La reforma legal no es una broma, aunque sí podría parecerlo si decimos que Madrid y Barcelona, que tienen sus propias regulaciones, están excluidas de esa normativa de grandes ciudades.
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Pero quedémonos en Asturias. Esa área central o conurbación que nos es tan familiar a los ciudadanos, cuando, visual y acústicamente se nos asemeja a una gran ciudad es en las horas punta de tráfico. La llamada 'Y' es, en muchos momentos de transporte laboral o estudiantil, una suerte de procesión a paso lento, cuando no de ratonera al menor incidente o avería que se registre en su calzada. La parte positiva es que esos flujos y atascos evidencian que los localismos castrantes que en ocasiones parecen dividirnos, no pasan de desahogos de chigre o de jornada futbolera. El trabajo, el estudio, las ramificaciones familiares demuestran hasta qué punto estamos unidos y lo mucho que una actuación coordinada, en lo cultural o ambiental, por ejemplo, puede enriquecer esa Asturias urbana. Aunque nuestro territorio tenga inmensos atractivos en las alas, que deben potenciarse sin desvincularlos de un proyecto común.
Los colapsos automovilísticos en la A-66 y A-8 tienen, a corto plazo, malas perspectivas. Primero, porque la reducción del tráfico es mínima con el uso del ferrocarril de cercanías -creo que ese tema es de los más graves del Principado- y, segundo, porque las obras del segmento de tercer carril, más pensado para aliviar el tránsito a Lugones e inmediaciones, van para largo; crean más problemas de fluidez y, en caso de accidente, rara vez podemos valernos de un arcén. Parece ser que, en 2023, según ha señalado el consejero don Alejandro Calvo, cuando finalice la obra, en esos casi cinco kilómetros la velocidad se reducirá a cien kilómetros por hora. No deja de hacerme gracia que, hace 45 años, al inaugurarse nuestra primera autopista, había señales con el 130 como límite permisivo.
Dentro de los fondos del Plan de Recuperación -una vez más, bendita Europa-, el mismo Calvo anunció que el Principado va a disponer de 7,5 millones de euros para mejorar la integración del transporte en las principales ciudades de Asturias, como ha recogido este diario que, además, recuerda que «se trata de una vieja reivindicación de las empresas de transporte por carretera y que, además, se alinea con la estrategia de movilidad del Principado para el área central» y supondrá «la creación de carriles bus a la entrada de las ciudades y en los principales itinerarios internos», lo que se traducirá en mejorar la velocidad del transporte urbano e interurbano y hacerlo competitivo frente a los vehículos particulares, en palabras del propio consejero. Una suerte, se ha oído decir, de tranvía rodado con plataforma exclusiva. Si tengo alguna duda, porque el sector autobusero no debe condicionar todas las estrategias de movilidad y repito que la apuesta debería ir sobre vías férreas, también me crea escepticismo que esta medida «de paso, restará espacio al tráfico particular y anime a reducir el uso de los vehículos privados». Lo primero, seguro; porque las carreteras no son chicle y las nuestras son de anchura modesta pese a la ampliación en marcha. El efecto disuasorio sobre la conducción de coches particulares, habrá que verlo. Hay precedentes y experiencias de todo tipo por otros pagos no muy alejados. Y, particularmente, creo que antes de que la imposibilidad física para circular cómodamente haga que los viajeros de diario se lo piensen, debe fomentarse al máximo la educación en la sostenibilidad y en los valores ambientales. Porque, si no, será peor: la gente seguirá amarrada a su automóvil y, con menos carriles, creará más atascos y más contaminación... Por no hablar de los infames cabreos y otras reacciones no muy edificantes de algunos conductores. Y, por favor, lo repito pensando en toda nuestra geografía: aunque sé que hay en marcha proyectos serios, no nos olvidemos de las cercanías ferroviarias.
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