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Pocas noticias, entre tantas dolorosas como estamos viviendo, han causado tanto impacto estos días como la de los 19 escolares y dos de sus profesores que fueron asesinados en un colegio de Uvalde, en el Estado de Tejas, por uno de sus compañeros. Lee uno ... y escucha los detalles y cuesta creer que eso pueda ocurrir en el país más poderoso del mundo, con los mejores servicios de seguridad y, sin embargo, unas leyes más que permisivas en la adquisición y posesión de armas.
Parece imposible que un muchacho pueda entrar en una tienda de armamento y salir con una pistola automática capaz de matar a quien se le ponga por delante. Tragedias como esta son frecuentes: en lo que llevamos de año ya se han producido diecisiete en centros escolares norteamericanos. Todas con víctimas, si bien es verdad que esta matanza las supera a todas.
Por supuesto, no hablamos hoy de los asesinatos en masa cometidos por mayores, en muchos casos víctimas de traumas adquiridos en guerras como la de Vietnam. En mi etapa como corresponsal en Nueva York tuve oportunidad de cubrir varias informaciones de esta naturaleza y escuchar permanentes alegatos en defensa de la libertad de poseer armas.
Contra muchos criterios en contra, en cierta ocasión el gobernador del Estado, Mario Cuomo padre, difundió un decreto que ordenaba que todos los niños fuesen sometidos a un control riguroso antes de entrar en las aulas. Para facilitarlo se colocaron en los colegios arcos detectores de metales como los que existen en los aeropuertos.
Como se consideraba insuficiente, ante la rebeldía de algunos padres también se instaló un sistema policial que obligaba a todos los niños, fuera cual fuese su edad, para que cualquier arma que portase le fuera retenida. Los policías tenían al lado unos contenedores donde iban depositando todo aquello que resultase peligroso.
La gran sorpresa, y la imagen que repitieron aquella noche las televisiones, fue la enorme y variada cantidad de armas blancas y de fuego que se acumulaban: pistolas, cuchillos caseros, navajas, lanzadores de piedras y otros objetos. La conclusión fue que muchos niños iban armados para defenderse, que es el argumento que ningún presidente ha conseguido enmendar.
La Asociación del Rifle es una organización poderosa, con gran influencia popular, que lidera este derecho constitucional que quizás tuvo razones en los tiempos del lejano Oeste que nos recuerdan las películas, pero actualmente ningún país, por retrasado que sea, en ninguno de los cinco continentes, admite semejante tolerancia. Armarse para defenderse se vuelve el gran peligro para morir en el intento.
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