«Prefiero equivocarme haciendo lo mismo que hacen los demás que acertar yo solo».Esa idea refleja la aversión del ser humano al riesgo y al hecho de ir contra corriente. Si uno piensa como la masa y no se cuestiona nada, siempre tiene la ... ventaja de no arrepentirse mucho si luego descubre el error. En cambio, si uno va contra la mayoría y se equivoca, la desazón es mucho mayor.

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Ese tipo de conducta es muy estudiada dentro de la «Behavioral Economics», cuyos máximos estandartes son Kahneman, Tversky, Smith y Ariely. Por eso existe la «conducta rebaño» porque dejarse ir es más cómodo que navegar por libre y por eso nadie se cuestiona nada y casi todo el mundo da por verdaderas, afirmaciones que son erróneas.

Por ejemplo, si le preguntan a un ciudadano de la calle, casi todo el mundo estaría de acuerdo en que China es un país comunista y en que todos los países occidentales estarían encuadrados en el mundo capitalista. Pero las cosas no son así de fáciles ni así de simples. Por ejemplo, el caso de China es muy complejo de analizar ya que pese a tener un gobierno centralizado fuerte e inexpugnable, su economía ya es mixta, con un gran componente capitalista. Históricamente, esa combinación de libre mercado con el respaldo de gobiernos fuertes ha dado grandes resultados económicos y por eso no es casualidad el increíble ritmo de crecimiento que tiene el gigante amarillo, como lo demuestra el 18,3% que ha crecido su PIB en el primer trimestre del presente año 2.021.

En el extremo contrario estarían los países occidentales, los cuales son aparentemente capitalistas pero que en realidad son mixtos y algunos incluso ya tienen más de economía estatalizada que de libre mercado. España es un vivo ejemplo, puesto que durante el año 2.020 el Gasto Público supuso más de la mitad del PIB, llegando incluso al 52%. Las previsiones para el presente año también apuntan a que estará en torno al 51% del PIB. Y ese aumento gigantesco no se ha producido por un aumento en la inversión pública en infraestructuras, sino en gasto corriente ineficiente.

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Mirando hacia atrás, vemos que desde 1.999 hasta 2.007, el peso del Gasto Público en el PIB en España no alcanzó nunca el 40%. A partir del 2.008, con la crisis financiera-inmobiliaria de las hipotecas subprime y con el aumento desmedido de la burocracia pública, el Gasto Público fue suponiendo cada vez más una parte mayor del pastel de la economía española. Tampoco en años nefastos económicamente, como los de la Transición, cuando se batían récords de paro y de inflación, el Gasto Público había tenido semejante peso en nuestra economía.

La línea que sigue España en cuanto a finanzas públicas, es una huída hacia adelante completamente insostenible a largo plazo. Otros países tienen la suerte de tener a gente como Mario Draghi, el que fuera máximo mandatario del BCE, el cual recientemente ha anunciado el cambio de rumbo que quiere implantar en la economía del país transalpino. Los dos ejes del cambio anunciado por Draghi son los siguientes:

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1º. Reducción drástica de la gigantesca burocracia pública ya que supone un coste directo altísimo para el ciudadano, puesto que implica mantener a millones de empleados públicos haciendo una labor de escasa utilidad social o incluso negativa y eso se paga mediante impuestos o se financia mediante deuda pública. Y esa descomunal burocracia pública también conlleva grandes costes indirectos a las empresas, pequeños autónomos y ciudadanos que se ven envueltos en esa absurda maraña telemática que les hace tener inseguridad jurídica y perder millones de horas de trabajo.

2º. Reducción de la presión fiscal, para poder dinamizar la economía. Se trata de que las pequeñas empresas tengan menos costes y menos carga burocrática y de que los ciudadanos de a pie tengan más dinero disponible en el bolsillo para gastar y así relanzar el consumo.

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El «Plan Draghi» tiene todo el sentido del mundo, pero chocará contra privilegiados acomodados que no se lo pondrán fácil. España va en la dirección contraria a la idea de Draghi. Es decir, más burocracia y más impuestos y más deuda pública para poder financiarla.

En términos generales, los países anglosajones tienen una ética del esfuerzo y una mentalidad ante la vida que les conduce a una situación económica más próspera que la de los latinos. Pero, dentro de los latinos, Portugal e Italia están sabiendo dar un volantazo al coche para no caer al precipicio, mientras que otros aceleran. Un claro ejemplo de la ineficacia del planteamiento español es la maraña de ayudas, ERTEs, etc. que hay para el tema del covid-19, lo cual hace que sean complejas de tramitar, ralentiza la llegada de dinero al ciudadano que lo necesita y hace que se pierda una gran parte por el camino en absurdos costes burocráticos.

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Ya decía Sun Tzu en la mítica obra «El arte de la guerra» que «Si envías tropas a todos los frentes, serás débil en todos los frentes». Por eso la descentralización y la burocracia debilitan a una sociedad. A la vista está.

Un día en la playa observé una imagen que define lo que es el nefasto cóctel español formado por una jungla de ayudas y una puesta en marcha infinitamente burocratizada de las mismas. En aquella escena un niño recogía agua del mar en un caldero, el cual tenía varios agujeros. La idea era transportar el agua hacia un castillo de arena que estaba tratando de construir. Después de muchos viajes, con el niño agotado, el castillo se cayó porque el agua ser perdía por el camino. Aquel caldero con agujeros es España.

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