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Estamos ante una situación de libro de lo que en la jerga económica se conoce como 'Financial black future', o sea, ante un panorama financiero y económico de muy mal aspecto. Las razones para pensar así son, fundamentalmente las siguientes:
En primer lugar, el decepcionante ... mensaje del BCE respecto a las 'soluciones especiales' que había anunciado Christine Lagarde para mantener la cotización de la deuda pública de los países del sur de Europa. Hay que tener en cuenta que con una inflación superior al 8%, sin ninguna expectativa racional de que vaya a ser domesticada a corto o medio plazo, el BCE se encontraba ante un auténtico dilema, ya que si seguía comprando deuda pública para mantener los tipos bajos generaba más inflación y si suspendía las compras de deuda pública era evidente que los precios de esos títulos iban a desplomarse y los tipos de interés de dicha deuda se iban a disparar a corto plazo. Fue anunciar el final de la política de compras masivas y el tipo de interés del bono a diez años español e italiano se dispararon velozmente. En un mercado no intervenido ni dopado por compras ingentes de esa deuda pública, los tipos de interés de la deuda española e italiana a diez años podrían superar perfectamente el 10%. Hace poco todavía esos títulos daban un interés negativo y ahora ya rondan el 3% y el proceso sólo ha comenzado.
Y ante esa situación el BCE había anunciado que tranquilizaría a los mercados con su 'arma secreta', que ahora ha dado a conocer y que es algo así como quien piensa detener una hemorragia con una vieja tirita que casi ni pega. Y la solución anunciada ha sido que si ven las cosas muy feas seguirán comprando deuda pública, pero solo de los países que hayan sufrido mayor deterioro en la cotización de la misma. O sea, aquellos que no cumplen los criterios del déficit público, como son España, Italia, Portugal y Grecia. Es decir, los de siempre. Los que se creen que pueden malgastar lo que les dé la gana y que el dinero se fabrica con una manivela.
Por otra parte, las bolsas mundiales están sufriendo serios reveses y los presagios para un futuro cercano son muy negros, aunque como defiende la 'Teoría de los mercados eficientes', por la cual Eugene Fama obtuvo su Premio Nobel de Economía del año 2013, compartido con Lars Hansen y con otro icono del mundo económico como es Robert Shiller, los precios contienen en cada momento toda la información existente y los mercados nunca están baratos ni caros. No obstante, el sentimiento del mercado es muy pesimista porque hay motivos para ello, como indica el prestigioso gurú financiero británico Jeremy Grantham cuando manifestó recientemente su temor fundado de que podemos estar en la antesala de un crack bursátil y de una depresión económica.
En cuanto a la gestora de fondos de inversión Black Rock, ha adoptado la medida de no realizar compras de acciones durante los próximos 6-12 meses, ni siquiera para aprovechar grandes bajadas. Las fuertes y aceleradas caídas del índice norteamericano S&P500, superiores al 21%, y del índice tecnológico Nasdaq, que ha bajado más de un 30%, han llevado a muchos a defender comprar acciones aprovechando esas caídas ('buy the dip'), pero en Black Rock sostienen que es mejor no mover pieza dado que la situación es extremadamente incierta y turbulenta. Por su parte, el índice europeo Euro Stoxx 50 ya acumula pérdidas en torno al 20%. Las razones de Black Rock y otros gestores de fondos de inversión para ser pesimistas son muy obvias y se resumen así: inflación alta que se traslada a todo el proceso productivo, aumento de costes laborales, pérdida de poder adquisitivo para la clase media y baja que generará caídas del consumo, gran devaluación del dinero en poder de ahorradores erosionado por la inflación, mercados muy intervenidos con precios que no reflejan la realidad económica, burbuja artificial en la renta fija, deuda pública inabordable en muchos países, población envejecida en todo el mundo occidental, bomba de relojería de pensiones, etc.
En el caso de España, las prioridades son claras. Se trata de poner zancadillas a los pequeños autónomos, subvencionar el paro, pagar ayudas improductivas y aumentar el número de funcionarios burócratas. O sea, algo así como echar gasolina al incendio. Un puro disparate. Ilesos no vamos a salir, pero falta saber las fracturas y quiénes las sufrirán. La carretera es peligrosa y no distinguir el freno del acelerador no ayuda mucho.
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