El negacionismo en diferentes modalidades siempre ha existido, pero últimamente lo han puesto de actualidad los ciudadanos que se oponen a ser vacunados del el coronavirus. Cuesta entender su actitud y, para quienes opinamos lo contrario, es imposible asumir sus argumentos, excluido el siempre respetable ... de que en una sociedad libre cada uno hace lo que quiere.
Publicidad
Algunas veces me he arriesgado, absurdamente todo hay que decirlo, a discutir con algún negacionista, próximo incluso a mi familia. Intenté, siempre sin éxito, exponer argumentos científicos, bien es verdad que muy rudimentarios, y aritméticos, estos más elocuentes. En los países desarrollados, cuyos vacunados ya superan el 50% de la población, el mayor número de contagios se da entre los que siguen sin vacunar.
Y lo mismo puede decirse de víctimas mortales: los vacunados fallecen casi siempre por otras patologías que ya venían arrastrando o han sufrido de improviso.
Entre los temores que los negacionistas exponen, es evidente que están los efectos de las noticias que salen en los medios y de manera especial en las redes sociales. Suelen ser noticias que si no responden a intereses comerciales, que también, suelen ser medias verdades aprovechadas y agrandadas por quienes necesitan utilizarlas como justificación para su actitud, por muchos criticada.
Es triste que algunas medidas rechazadas por el Tribunal Constitucional por razones meramente jurídicas, también acaben dándoles alas a los negacionistas. Aunque desde el punto de vista constitucional debe de ser una decisión impecable, no resulta sencillo asumir, por ejemplo, que a los negacionistas que trabajan en residencias y centros de salud no se les obligue a vacunarse o se les imponga un cambio de actividad.
Publicidad
Respetando siempre, repito, el derecho de cada cual, el rechazo a la actitud de los negacionistas tiene otras razones de orden pragmático. Su resistencia a inmunizarse les convierte, dicho crudamente, en un peligro para los demás. El riesgo que ellos asumen se convierte en un factor de contagio para otros. Se entiende que algunos propietarios de negocios los discriminen a la hora de contratarles.
Lo mismo que se entiende que en toda Europa vaya tomando cuerpo la tarjeta virtual sanitaria, que es exigida para ser admitido en un hotel -hace apenas una semana me la exigieron en la Pousada de Viseu, en Portugal-, y llegará un día en que será imprescindible para entrar a una cafetería o simplemente a un supermercado.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.