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El jueves 17 de marzo concedieron el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos a Remedios Zafra, por el libro 'El bucle invisible'. La autora es una de mis Antígonas favoritas. Le dedico este artículo, que incide en la misma línea de señalar los peligros de los ... que nos advierte Zafra sobre el mundo digitalizado.
Por puro azar coincidió con el galardón una cena en casa de unos amigos. Me comentaron que habían comprado esa aspiradora famosa, conocida con el nombre de Roomba. Me dijeron que estaban encantados. Se acabó pasar la aspiradora y limpiar la suciedad que va acumulando el suelo de la vivienda. La programas cuando te vas y cuando vuelves… ¡Maravilla!, la casa está limpia y reluciente. El fallo que encuentran es que a veces se queda paralizada ante algún obstáculo, como la pata de una cama o alguna esquina y hay que buscarla en el espacio doméstico. Me conminaron a comprarme una. Las nuevas vienen equipadas con cámara. Les comenté que el artilugio de marras cartografía la vivienda y recoge datos de su propia ubicación, para luego vender los planos del espacio por el que transita a los gigantes de la tecnología, Google, Amazon y Apple. Sonrieron ante mi objeción, porque pueden dar su consentimiento para compartir los datos para el trazado de planos del interior de su casa, o no, pero reconocieron que si rechazan compartir los datos automáticamente la Roomba pierde parte de sus funciones inteligentes: ya no se puede poner en marcha desde el teléfono, o ya no se reciben informes del 'mapa de limpieza', que nos permite activarla para que actúe en una zona especialmente sucia, entre otras funciones.
Viene a colación la anécdota anterior porque forma parte de otros muchos casos en los que nuestra privacidad se está viendo amenazada por esta tecnolatría digital de la vigilancia, a la que urge poner freno exigiendo una regulación estricta y reservar espacios libres a la digitalización, que como si fueran reservas de la tecnosfera podíamos denominar 'espacios reservados o analógico'. Si no hacemos algo, no quedarán espacios analógicos en los que poder vivir sin estar vigilados. Tenemos que despertar de esta pesadilla y hacernos conscientes de las intenciones que persiguen estos mastodontes de la tecnología cuando archivan el arsenal de datos que aportamos. Nos estamos jugando que queden zonas opacas en nuestras vidas, en las que no puedan penetrar estos 'ojos celestes' que pretenden digitalizarlo todo. Están 'datificados' casi todos los espacios públicos, calles y edificios mediante el Google Maps y pretenden hacerlo con el espacio íntimo de nuestros hogares. Si nos dejamos llevar por los cantos de sirena de esta digitalización imparable, acabarán con nuestra vida privada que a nadie le debería importar.
Esta dictadura digital que nos están imponiendo es ideológica y pretenden hacernos creer que no tiene marcha atrás, pero podemos pararla. Lo que persiguen no es otra cosa que vigilar nuestra conducta y que pasemos de ser fines en sí mismos, como usuarios de sus aparatos, a meros medios para sus fines. Primero nos venden soluciones a nuestros problemas, puede ser en formas de conexión social en un mundo que prima la incomunicación y en el que la confianza social está cayendo en picado; acceso fácil a la información, o en el caso de la Roomba, cómodos aparatos que nos ahorran tiempo y una falsa impresión de ayuda. Se está legitimando, sin una contestación en contra por parte de la ciudadanía, una consagración de la certeza producida por las maquinas como solución a la incertidumbre social y económica que vivimos en todos los ámbitos. Los bancos despiden a sus trabajadores y atienden cada vez menos personalmente a sus clientes; no hay personal en las taquillas de las estaciones de autobuses; máquinas para cobrar el peaje de las autovías; la atención sanitaria, degradada con el modelo telemático; el Banco Central Europeo barrunta implantar en un futuro el euro digital. En definitiva, digitalizarlo todo para controlarnos mejor. La imagen y el sonido ya están digitalizados, menos mal que todavía no han podido digitalizar la materia.
De nosotros depende que el futuro sea humano y no transhumano. Esa es la batalla que nos queda presentar para que no sigan colonizando parcelas íntimas de nuestras vidas. Nos jugamos nuestra libertad, debemos parar esta tecnolatría que nos ofrece productos a golpe de clic, ignorando lo que se esconde detrás.
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