Tan difícil hubiera sido imaginar a uno de los hombres más famosos del mundo jugándose el tipo bajo las bombas en Ucrania para repartir un plato de comida caliente como oírle proclamar que el barrio del Requexu es para él su mejor lugar en el mundo. Tal vez para ser capaz de hacer lo uno y decir lo otro haga falta nacer en Mieres y haberse ganado la vida desde muy joven sabiendo lo que cuesta dar cada paso y ganar una peseta. A José Andrés nadie le ha regalado nada en su profesión. Quizás por eso se ha empeñado en ser tan generoso con la tierra que le vio nacer. En contraste con otros, encumbrados en Asturias y desconocidos más allá de Pajares, José Andrés salió de su tierra sin que más que su familia se enterara y regresa para compartir con ella los beneficios de su éxito. En el firmamento de las estrellas de la cocina, José Andrés siempre ha sido un verso suelto. Tal vez porque cuando llegó a la cima, en lugar de tumbarse a dormitar, bajó de nuevo para poner los pies en el barro de la realidad y acordarse de los que no tienen tanta suerte. Proclama su fe en las mesas grandes, donde caben todos, como una religión, y en más de una ocasión ha preferido quedarse a solas con sus principios antes que seguir un buen negocio en mala compañía.
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