Corría el año 2009 y Felipe González, el eterno oráculo socialista, le espetó en público a Patxi López lo que nadie se atrevía a decir: que no cayera en la tentación de no ser lehendakari. Y tras un silencio incómodo como cuando el niño llamaba ... gorda a la tía Gertrudis, Patxi López, hoy azote de Feijóo, se presentó a la investidura sabiendo que saldría elegido con los votos del PP entre gritos, maldiciones y rasgados de vestiduras de dimensiones bíblicas.
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No fue una legislatura fácil, pero el ruido de sables duró lo que la normalidad democrática tardó en cerrar el expediente del pacto sin encontrar nada anómalo salvo que los firmantes eran como el agua y el aceite.
Los pactos post-electorales podrán gustar más o menos pero, una vez firmados, lo mejor es no perder el tiempo poniendo el grito en el cielo porque, al fin y al cabo, no se ha inventado el partido político que renuncie siempre a pactar y tampoco hay mucho tiempo para perder entre cabezazos de lamento. Lo que toca es exigir que gobiernen lo mejor posible.
Y ya, metiéndonos en el día a día de esta villa marinera, pedir que cierren rápido los cutre-debates en los que nos hemos visto inmersos en estos últimos años: la idoneidad de llenar el Muro de bancos modelo Svindal y carriles bici de alto riesgo; señalar al Renault 12 del abuelo, y al abuelo también, qué demonios, como causantes de un apocalipsis zombie por no tener etiqueta ambiental, cerrar la plaza de toros por el artículo 33, clausurar el anillo navegable para que la naturaleza siguiera su curso (de momento, lo ha hecho haciendo que caiga abajo el muro) o crear rotondas absurdas que duraban una semana en funcionamiento.
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Hubo un tiempo en que las polémicas estaban relacionadas con el Musel, con el plan de vías, la ZALIA, con vigilar que la ampliación de Cabueñes fuera algo más que un plano que cada vez era más grande o, a escala local, con el estado de los centros de salud o llevar equipamientos a los nuevos barrios.
Llevamos un tiempo sin mirar para esos temas porque, simplemente, se han generado nuevos problemas. Es ya hora de hacerles sitio, resolviendo lo doméstico lo antes posible, que tampoco va a ser fácil, teniendo en cuenta los muchos y variados asuntos por deshacer que hay anotados, y retomar más pronto que tarde lo que ha quedado aparcado.
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Hemos perdido todo el tiempo del mundo y ahora es momento de acelerar, no sea que encontremos una selva amazónica en la ZALIA o el túnel del Metrotrén lleno de cocodrilos.
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