Pocas cosas hay en este país que generen tan fácil acuerdo como alargar una fiesta. Nos venimos arriba enseguida y, lo mejor de todo, es que lo hacemos sin necesidad de estar poseídos por la euforia del momento o la ingesta masiva de lo que ... no es agua. Así las cosas, la Semana Grande de Gijón va camino de ampliarse a dos fines de semana sin que nadie ponga un pero. Ojo, que tampoco deseamos la aparición de los demagogos amargados que a veces protestan por estar de fiesta «con todos los problemas que hay» (que digo yo que habrá tiempo para cada cosa porque si no, ni dormiríamos), pero quizás haya que hacer alguna reflexión antes de que el proyecto coja forma. Porque en Sevilla extendieron hace años la Feria de Abril, con consulta popular incluida (ganó el 'sí', cómo no), y están ahora mismo viendo cómo recomponen el programa porque les gusta la fiesta, vale, pero el cuerpo no aguanta tanto rebujito.
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La Semana Grande de Gijón tiene la ventaja de que se vende sola. Por estar situada seguramente en el mejor momento del calendario, porque este villa marinera hace años que en verano se llena tanto de visitantes y curiosos que parece la boda de Lolita y porque de siempre ha habido actividades complementarias, tipo Feria, que son además la característica estival en esta ciudad: rara es la semana en que no celebramos algo. Guste más o menos, o se acierte con las actuaciones y los Fuegos, es un modelo reconocible, aunque la ciudad no esté demasiado engalanada, que no queremos que parezca el barrio de Gracia pero algo de decoración tampoco venía mal, oiga. Llevamos muchos años haciendo, más lo menos, lo mismo, y aunque todos tengamos alguna idea brillante que proponer, el esquema actual funciona. Y ésa es la cuestión principal: que una extensión en el tiempo no acarree un cambio de modelo, para mal. Volvernos locos añadiendo cosas y cambiando otras puede hacer que nos pase como a nuestros vecinos capitalinos, que tenían un modelo de San Mateo seguramente discutido pero muy popular (el de los chiringuitos), y que al abolirlo ha dejado las fiestas, por el momento, en la nada.
Si se consigue ampliar la duración sin distorsionar el modelo, sin disolver las actividades en los barrios, como pasó en su día con la hoguera de San Juan, y sin disparar los presupuestos, bienvenida sea la ampliación. Si va a resultar un quebradero de cabeza o vamos a tener más días a medio gas, mejor no meterse en líos.
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